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martes, 3 de septiembre de 2013

TRATAMIENTO - II

Gran parte de las fracturas infantiles se tratan incruentamente. Su reducción no es difícil, invirtiendo el mecanismo de producción y haciendo recorrer al fragmento distal una trayectoria inversa al desplazamiento y llevando generalmente el fragmento distal, más manejable por regla general, hacia el proximal, frecuentemente desplazado por la acción muscular. 
Las reducciones incruentas proporcionan una buena alineación de las fracturas, suficiente por lo menos para que la gran capacidad de remodelación de los niños conduzca a impecables resultados anatómicos y funcionales con un mínimo de riesgo, de sufrimiento y coste social y haciendo innecesaria la reducción anatómica absoluta, que en ciertas fracturas diafisarias algunos autores incluso aconsejan evitar. La perfecta reducción sí que es necesaria en las fracturas epifisarias, fisarias y articulares. 
Las angulaciones en el tercio medio de los huesos largos se compensan mal, y por ello son aceptables con reservas. Antes de los diez años y cerca de las articulaciones pueden tolerarse angulaciones de hasta 30°. Las deformidades por torsión son siempre y en cualquier circunstancia inadmisibles. 
Por lo general, las fracturas de las fisis y de las epífisis con participación articular requieren reducción abierta y fijación interna, ya que se precisa una reducción anatómica y una perfecta estabilidad, a fin de evitar complicaciones del crecimiento y de la congruencia articular. 
La reducción cruenta de las lesiones epifisarias puede ser peligrosa si se demora muchos días tras el traumatismo, o si las condiciones anatómicas ponen en peligro, por la agresión quirúrgica, la irrigación de la placa epifisaria y la de la misma epífisis, con riesgo subsiguiente de necrosis de estas estructuras. 
En estos casos, es preferible el tratamiento conservador hasta que desaparezca el peligro vascular, aceptando en principio cualquier tipo de consolidación defectuosa, que podrá ser corregida después por medio de una osteotomía, practicada en una zona anatómica y en un memento carentes de peligro para la vascularizacion del segmento epifisario o articular. 
La necrosis epifisaria es la peor complicación que puede tener una fractura infantil. No evitarla y escudarse en la fatídica incidencia estadística es hoy en día absolutamente inadmisible.
Los avances de las técnicas de fijación y el control de la infección de las heridas han incrementado el uso del tratamiento cruento de las fracturas infantiles. Los inconvenientes del tratamiento incruento, tales como son el periodo relativamente prolongado de inmovilización, la dilatada estancia hospitalaria, la atrofia muscular y las rigideces articulares, aunque estas dos últimas de menor importancia en los niños, pueden evitarse en gran medida con la fijación quirúrgica.

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