f Todo sobre Fisioterapia: 2014

martes, 30 de diciembre de 2014

Fractura del capitellum (eminentia capitata)

Es una fractura infrecuente en niños. Afecta selectivamente a la superficie articular del cóndilo lateral, y la línea de fractura se extiende en ocasiones hasta la cresta lateral de la tróclea. Se considera que el mecanismo de producción consiste en el desprendimiento de la superficie articular del cóndilo lateral por la cabeza radial, y se ha establecido que la existencia de un recurvatum del cúbito o un cúbito valgo facilita su presentación. Se trata de una fractura que presenta dificultades diagnósticas, dado que el fragmento fracturado presenta una osificación incompleta en la infancia. Se han descrito dos tipos de fracturas del capitellum:
– El tipo Hahn-Steinthal, más frecuente, en el que el fragmento incorpora una porción del hueso esponjoso del cóndilo lateral del húmero, y en el que a menudo está afectada la cresta lateral de la tróclea.
– El tipo Kocher-Lorenz, que consiste en un fragmento puramente articular con muy escaso tejido óseo subcondral, similar a una osteocondritis disecante.
El diagnóstico puede resultar complejo dado que habitualmente la inflamación es escasa, y debe sospecharse ante una limitación dolorosa de la flexión del codo que será debida a la interposición del fragmento. Dado que puede presentarse de forma asociada a fracturas de la cabeza y cuello del radio, debe descartarse su existencia ante la demostración cierta de estas últimas. El estudio radiográfico puede demostrar claramente la existencia del fragmento fracturado en la proyección lateral, y no ser fácilmente visible en la proyección antero-posterior. Si el fragmento es pequeño, pueden resultar de ayuda las proyecciones oblicuas. En niños pequeños, puede ser necesaria la artrografía, el estudio mediante TAC y/o RM. En cuanto al tratamiento, la exéresis precoz de un fragmento pequeño mediante artrotomía puede ofrecer buenos resultados. Si el fragmento presenta un tamaño suficiente, debe indicarse la reducción anatómica y estabilización en su lecho mediante osteosíntesis con agujas de Kirschner o tornillos canulados (Fig. 29) utilizando un abordaje lateral.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Fractura de epicóndilo lateral

Se trata de una fractura excepcional que afecta a un centro de osificación proximal al cóndilo lateral que aparece hacia los 12 años de edad y se fusiona a los 14. En lo referente al tratamiento, al ser el punto de inserción proximal del ligamento lateral del codo, conviene realizar fijación interna si hay claro desplazamiento y/o signos de inestabilidad articular. Precisamente la mencionada inestabilidad junto con los posibles problemas de consolidación lógicos de puntos de tracción ósea son las posibles complicaciones.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Fracturas del cóndilo medial (tróclea)

Son fracturas raras que suponen menos del 1% de las lesiones traumáticas del codo infantil. Como las fracturas del cóndilo lateral, son fracturas fisarias tipo III ó, sobre todo tipo IV de Salter y Harris.Además, las fracturas del cóndilo interno tienen una clara tendencia al desplazamiento debida a las fuertes inserciones ligamentosas a dicho nivel, por lo que la reducción abierta y fijación interna están prácticamente siempre indicadas (Fig. 28). Las complicaciones en estas fracturas surgen precisamente cuando no se consigue la reducción anatómica y mantenimiento sólido de dicha reducción. Entre ellas destacaríamos: retardo de consolidación o nounión, deformidad de paleta humeral en «cola de pez» e irregularidades articulares (incongruencia) que pueden conllevar degeneración prematura de la articulación.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Fracturas de la epitróclea (epicóndilo medial)

Constituyen el 5-10% del total de fracturas del húmero distal infantil y afectan más frecuentemente a niños mayores (entre 9-14 años). El mecanismo lesional consiste habitualmente en una tracción brusca de los músculos flexores del antebrazo a través de su tendón común dando lugar a una avulsión de la epitróclea. También una desviación brusca en valgo del codo puede conllevar ese tipo de lesión, esta vez por tracción del ligamento lateral interno. 
La fractura de la epitróclea puede estar hasta en un 50% de los casos asociada a luxación del codo.Además de las fracturas agudas existe un tipo de lesión por tracción de la epitróclea que se conoce como «codo de las ligas inferiores» que es una lesión por sobrecarga crónica producida en los jóvenes jugadores de béisbol por movimientos repetitivos al lanzar la bola y que se manifiesta por dolor local e irregularidad en la osificación de la epitróclea humeral en Rayos X.
El tratamiento de las lesiones agudas está en función, sobre todo, del desplazamiento. En los casos de mínimo o nulo desplazamiento, el tratamiento consiste en vendaje con yeso. En los casos en que, sin embargo, hay un desplazamiento significativo (> 2-4 mm) está indicada la reducción abierta y fijación del fragmento (Fig. 27). En los casos de luxación de codo asociada a fractura de epicóndilo medial, este último puede quedar atrapado en la articulación e impedir la reducción, por lo cual la reducción abierta y fijación interna también está indicada. Otras indicaciones de reducción abierta y fijación interna son la inestabilidad en valgo del codo y la lesión neurológica (cubital sobre todo pero también, en ocasiones, del nervio mediano). Las complicaciones derivadas de este tipo de fractura incluyen: retardo de consolidación o no-unión que no suelen crear un problema importante a largo plazo, inestabilidad articular y lesión neurológica (principalmente cubital).

viernes, 26 de diciembre de 2014

Fracturas del cóndilo lateral humeral - III

Dentro de las complicaciones de este tipo de fractura se incluyen: No-unión (Fig. 25). Es quizá la complicación más frecuente cuando se aplica un tratamiento poco adecuado (por ejemplo, cuando no se hace fijación interna en una fractura desplazada). Si la no-unión queda en buena posición –sin desplazamiento- las repercusiones funcionales a veces son escasas pero si, por el contrario, el cóndilo queda desplazado la consecuencia directa es una desviación en valgo –cubitus valgus- y, a medio-largo plazo, una neuritis cubital que si no se trata puede acabar en parálisis de dicho nervio. Según los criterios de Flynn, debe considerarse como no-unión aquella fractura que no ha consolidaddo en 12 semanas. Para el tratamiento de la nounión es necesario la reposición del fragmento todo lo anatómicamente posible y la fijación interna que, si la fisis está cerrada, es más segura con tornillos que con agujas de Kirschner, asociada a injerto óseo en la lesión (Fig. 26). La neuritis cubital en caso de producirse se trata habitualmente mediante liberación –transposición anterior del nervio cubital.
Al tratarse de una fractura fisaria, la fractura de cóndilo humeral puede producir trastornos de crecimiento en el húmero distal. El trastorno más característico y frecuente es la deformidad en «cola de pez» de la paleta humeral que generalmente es bien tolerada a largo plazo tanto desde el punto de vista funcional como estético. Otra posible deformidad debida al cierre prematuro fisario es el húmero valgo que, como se ha visto, además del trastorno estético, con frecuencia conlleva una neuritis cubital secundaria a la deformidad. En estos casos una osteotomía correctora humeral puede estar indicada a la que se puede asociar una liberación del nervio cubital si fuera necesario. Los déficits de movilidad articular a medio-largo plazo son raros, generalmente de poca importancia y con frecuencia en relación con errores en el tratamiento. Otra complicación poco frecuente es la necrosis avascular del cóndilo que puede ser debida a pérdida de aporte sanguíneo en el momento de la lesión pero también a una disección exagerada del fragmento fracturado. Esta complicación, habitualmente comporta la no-unión del cóndilo humeral. Las complicaciones neurovasculares son raras en estas fracturas.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Fracturas del cóndilo lateral humeral - II

En las fracturas desplazadas (tipos III y, sobre todo, IV) hay un consenso general en que es necesaria una reducción, con frecuencia abierta, y fijación interna habitualmente con agujas de Kirschner, que deben quedar subcutáneas (Fig. 24). Durante la reducción abierta debe evitarse la disección de la cara posterior del fragmento para no interrumpir su aporte vascular. Según la impresión de estabilidad que dé, puede ser necesario añadir una férula de yeso. Las fracturas tipo III sobre todo pueden ser reducidas de manera cerrada y fijadas con agujas percutáneas con buenos resultados.

martes, 23 de diciembre de 2014

Fracturas del cóndilo lateral humeral - I

Es la segunda fractura en frecuencia en la región de la paleta humeral y constituye alrededor del 10-15% del total de dichas fracturas. La fractura de cóndilo lateral es una fractura fisaria tipo IV de Salter y Harris en la mayoría de los casos, con trayecto epifisario y metafisario, y mucho menos frecuentemente puede ser de tipo III, es decir, con trayecto solo fisario y epifisario. 
Antes de nada, es conveniente recordar dos principios determinantes en el tratamiento y evolución de las fracturas de cóndilo lateral. El primero es que éstas son unas de las pocas fracturas infantiles en que la no-unión no es rara. En segundo lugar, solo con un yeso es muy raro que consigamos mantener la reducción de una fractura de cóndilo lateral desplazada. El mecanismo lesional es controvertido pero parece consistir en una desviación brusca en varo del codo extendido. Se da generalmente en niños de entre 4 y 10 años (pico máximo entre 5-6 años) y el cuadro clínico habitual es de inflamación y dolor más o menos severos en la cara lateral del codo asociado a impotencia funcional. Radiológicamente el diagnóstico puede no ser fácil, sobre todo en los casos en que hay escasa osificación del húmero distal y, en ocasiones, además de las radiografías convencionales y oblicuas, puede ser conveniente una artrografía o resonancia magnética para apreciar con mayor detalle el trazo de fractura. En la clasificación de estas fracturas se atiende fundamentalmente al grado de desplazamiento que es el principal factor que nos va a marcar las pautas de tratamiento: 
• Tipo I: Sin desplazamiento. 
• Tipo II: Mínimo desplazamiento (≤ 2 mm). 
• Tipo III: Moderado desplazamiento (2-4 mm).
• Tipo IV: Desplazamiento completo con fragmento rotado. El cóndilo lateral, al presentar inserciones tendinosas y ligamentosas tiende a desplazarse cuando está fracturado, por ello mantener la reducción no es fácil. Las fracturas sin desplazar o mínimamente desplazadas son las únicas en que puede aceptarse un tratamiento conservador mediante yeso durante 4 semanas con codo en ángulo recto y antebrazo supinado (Fig. 23). No obstante debido a la tendencia mencionada al desplazamiento es necesario hacer revisiones radiológicas de la fractura cada 5-7 días y modificar el tratamiento si fuera necesario. Lógicamente si se aprecia desplazamiento significativo, el tratamiento es reducción (generalmente abierta) y fijación segura con agujas de Kirschner. Según Beaty, el riesgo de desplazamiento tardío y consiguiente no-unión es del 10% en las fracturas tipo I.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Desprendimiento epifisario humeral

Se trata de un tipo de fractura comparable topográficamente a la supracondílea que acabamos de describir pero que se produce a nivel del cartílago de crecimiento del húmero distal y en la que queda separada la epífisis de la metáfisis humeral distal. 
Esta fractura fisaria suele ser del tipo I y es típico en niños pequeños (hasta 4 años), sobre todo recién nacidos. En esta edad, la epífisis distal humeral es casi completamente cartilaginosa por lo que si no se sospecha, es una lesión que puede confundirse con otras como, sobre todo, la luxación de codo, que por otro lado es excepcional a esas edades, o fracturas condilares. El diagnóstico diferencial en radiología con la luxación de codo no suele ser difícil ya que en la mayoría de los desprendimientos epifisarios el desplazamiento de los huesos del antebrazo es medial, mientras que en la luxación suele ser lateral. 
De todos modos, si hay duda en el diagnóstico puede realizarse una artrografía que probablemente nos sacará de dudas al detectarse contraste en la línea de fractura. Es una lesión cuyo mecanismo es similar al de las fracturas supracondíleas por extensión. Es una fractura que necesita un traumatismo de elevada energía para que se produzca lo cual es raro antes de los 4 años. Por ello es obligatorio valorar en estos casos la posibilidad de que exista un problema de malos tratos. 
El tratamiento consiste en reducción cerrada e inmovilización con yeso con el codo en flexión durante unas 4 semanas. En los casos de gran desplazamiento o inestabilidad post-reducción se puede realizar la fijación con agujas de Kirschner que, como en las fracturas supracondíleas se puede hacer con dos agujas insertadas lateralmente o cruzadas. La necesidad de reducción abierta es excepcional y queda reservada para los raros casos de imposibilidad de reducción cerrada.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Fractura supracondílea - VI

Las lesiones vasculares graves no son frecuentes en las fracturas supracondíleas si exceptuamos las tipo III donde la frecuencia de lesión neurovascular puede acercarse al 50%. Sin embargo, sí que es frecuente la isquemia transitoria de la extremidad superior distalmente a la herida debida a impronta o pellizcamiento de la arteria braquial por el o los fragmentos óseos en el foco de fractura.
De ahí la mencionada importancia de la valoración clínica vasculonerviosa inicial y la actuación urgente en caso de isquemia distal. En caso de que se aprecie un pulso radial ausente y escaso y lento relleno capilar, se puede anticipar que existe algún tipo de lesión de la arteria braquial, que puede ir desde solo espasmo hasta un desgarro completo arterial pasando por una compresión por impronta de algún fragmento óseo. En esta situación es urgente tratar de realizar una reducción cerrada bajo anestesia y, dado que se suele tratar de fracturas desplazadas, también una fijación de los fragmentos con agujas de Kirschner. Como hemos dicho, en la mayoría de los casos con la reducción y estabilización cede la isquemia y retorna un buen riego distal. Esto se suele observar en unos minutos y si no es así tenemos que sospechar seriamente una laceración arterial grave por lo que debemos indicar una exploración vascular abierta, incluso sin realizar angiografía previa ya que no añadirá mucha información y la pérdida de tiempo puede ser importante. La valoración de la perfusión distal con Doppler es de gran ayuda en estos momentos, ya que es un examen fácil de hacer, sensible y objetivo. La exploración vascular abierta nos facilita también la reducción anatómica de los fragmentos y su fijación segura lo cual no puede ser olvidado y debemos realizar antes de la reparación o el injerto vascular. Una actuación retrasada ante una isquemia en el antebrazo y mano en una fractura supracondílea puede traer como consecuencia un Síndrome de Volkmann (retracción isquémica de la musculatura del antebrazo y mano), que es una de las secuelas más devastadoras e irreversibles que se pueden ver en el aparato locomotor infantil (Fig. 22). Afortunadamente los profesionales y Centros actuales están, en general, entrenados y dotados suficientemente lo que hace que este tipo de complicaciones se den ya de una manera excepcional en nuestro medio.Wilkins, a este respecto, realiza una serie de recomendaciones que son de gran ayuda. En primer lugar debemos saber que la presencia de pulso distal puede inducir a error ya que un Síndrome de Volkman puede estar instaurándose o ya instaurado con un pulso distal presente.
Los signos de alarma cruciales ante un síndrome compartimental son:
• Dolor desproporcionado, especialmente si permanece tras la reducción. El dolor aumenta al extender pasivamente los dedos.
• Imposibilidad de movilización activa de los dedos.
• Patrón de onda Doppler ausente.
• El pulsioxímetro puede ayudar pero también confundir. El cubito varo tras una fractura supracondílea puede producirse de tres maneras principalmente:
• Fractura aparentemente sin desplazamiento en que pasa desapercibido un colapso medial y que consolida en esa posición.
• Desplazamiento tras una buena reducción que pasa inadvertido.
• Lesión fisaria que, aunque es rara, suele estar casi siempre en relación con la fijación con las agujas de Kirschner. Obviamente en los primeros dos casos el remedio está en la vigilancia y detección del desplazamiento antes de la consolidación. En el último caso la prevención es difícil incluso usando agujas finas y no roscadas. El tratamiento a medio-largo plazo, en caso de no tolerarse la deformidad consiste en realizar una osteotomía supracondílea correctora que se puede fijar con pequeñas placas osteosíntesis (preferible) o con agujas de Kirschner.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Fractura supracondílea - V

El uso de tracción como método de estabilización hasta la consolidación de la fractura está prácticamente abandonado. Sin embargo, en casos de gran inflamación a nivel del codo -sobre todo cuando el niño llega tarde al servicio de urgencias- la tracción puede ser de gran utilidad para poder esperar unos días hasta que dicha inflamación baja y se puede entonces hacer la fijación con agujas, tiempo en el que además probablemente se habrá conseguido reducir al menos parcialmente la fractura. Esta tracción en nuestro medio se realiza aplicando un tornillo en el cúbito justamente distal al olécranon que a su vez atraviesa una pequeña placa de osteosíntesis en cuyos extremos salen las cuerdas de tracción. Este sistema, al contrario que la tracción con una aguja transversal en olécranon, es de gran utilidad para evitar forzar el foco de fractura con los movimientos de rotación del niño y, por otro lado, evita posibles daños al nervio cubital. 
Por supuesto, antes y después de colocar la tracción, la valoración vasculonerviosa es también de máxima importancia. Nosotros nunca utilizamos tracción cutánea por considerarla poco eficaz y peligrosa (puede producir o aumentar la isquemia a veces ya presente). 
Para el tratamiento de las raras fracturas en flexión se puede usar el esquema de clasificación que hemos utilizado para las fracturas por extensión (Fig. 21). Las complicaciones más frecuentes de las fracturas supracondíleas consisten en lesión neurológica (3-8%), lesión vascular (2%), cúbito varo (2-33%, según el tratamiento) y retracción isquémica de Volkmann en menos del 1% de los casos. Otros autores encuentran un porcentaje aún mayor de lesiones neurológicas en las fracturas supracondíleas llegando hasta el 15-20%. Con respecto a las lesiones neurológicas, en la mayoría de las series publicadas, el nervio más frecuentemente afectado es el mediano (nervio interóseo anterior) seguido del radial y el cubital. 
En algunas series, sin embargo, el nervio más afectado es el radial. De cara al tratamiento y también a las posibles repercusiones legales es de crucial importancia la exploración neurovascular antes de realizar ninguna maniobra ya que hay lesiones, sobre todo las del nervio cubital, que se pueden producir en relación con el tratamiento al dañar dicha estructura con una de las agujas de Kirschner de fijación. 
En los casos de lesión neurológica por la fractura en sí, se trata prácticamente siempre de neuropraxias que tienden a recuperar espontáneamente entre 6 y 18 meses tras la lesión. En nuestro medio puede considerarse la exploración quirúrgica del nervio que se trate si a los 3-5 meses de la lesión no hay signo alguno, ni clínico ni electrofisiológico, de recuperación. La mayor capacidad de recuperación funcional en las afectaciones de los distintos nervios, se da en el nervio mediano y la menor en el nervio cubital.

martes, 16 de diciembre de 2014

Fractura supracondílea - IV

En las fracturas tipo III el tratamiento más difundido y seguro es la reducción cerrada y la fijación percutánea con agujas que se pueden colocar desde la cara lateral (Fig. 19) o bien cruzadas (Fig. 20), con las ventajas y desventajas mencionadas. Siempre que usamos fijación con agujas es aconsejable que estas queden subcutáneas para evitar las infecciones, que son probables si quedan percutáneas, y complementar la fijación con yeso durante unas 4 semanas manteniendo el codo en ángulo recto y pronosupinación neutra. 
La reducción abierta se debe emplear en los casos de imposibilidad para conseguir la reducción cerrada, en los raros casos de fractura abierta y en los casos de lesión vascular persistente tras la reducción. Como veremos, no es infrecuente que en una fractura supracondílea se aprecie de entrada una disminución o ausencia de pulso radial en la muñeca, así como otros signos sospechosos de daño vascular a nivel de la fractura. 
En estas ocasiones, después de la exploración lo más exhaustiva posible pre-reducción debemos llevar al paciente al quirófano y reducir la fractura bajo anestesia general sin esperar a realizar angiografías preoperatoriarevisión quirúrgica y, si es necesario, nueva fijación de la fractura asociada a revisión vascular y reparación si se precisara. No indicamos la angiografía preoperatoria por tres motivos. En primer lugar conocemos el nivel de la lesión vascular (donde está la fractura), en segundo con frecuencia se reinstaura una perfusión sanguínea adecuada tras la reducción y, en tercer lugar, la arteriografía puede realizarse si es necesario intraoperatoriamente usando el amplificador de imágenes que también se necesita para la reducción de la fractura.

Fractura supracondílea - III

Como hemos mencionado, dentro del tipo I hay casos que, aunque parecen sin desplazar en absoluto, en realidad ocultan un colapso de la columna medial del húmero distal (desviación en varo) que puede pasar desapercibido. 
Se puede aceptar desviación en varo de hasta 10º y es de máxima importancia ser consciente de esta posibilidad ya que de no detectar la desviación de entrada el tratamiento no será el adecuado. 
En estos casos es obligada la reducción cerrada bajo anestesia y generalmente la fijación con dos agujas de Kirschner ya que la tendencia a la recidiva de la deformidad es alta. Esta es una de las situaciones en que, para fijar la fractura, somos partidarios de colocar dos agujas cruzadas (medial y lateral) ya que dos agujas solo del lado externo no nos dan plena confianza en el mantenimiento de la reducción, a pesar del riesgo (controlable) de dañar el nervio cubital con la aguja medial. Las fracturas de tipo II suelen evolucionar bien con reducción cerrada bajo anestesia general y vendaje enyesado. 
No obstante, sobre todo en los casos de fragmentos rotados, se puede tener una sensación de inestabilidad tras la reducción en cuyo caso estaría indicada la fijación con agujas. 
En esta situación hay autores que prefieren dos agujas laterales más que cruzadas ya que, a pesar de haberse recomendado la fijación con agujas cruzadas durante años, las agujas laterales paralelas o semiparalelas son biomecánicamente aceptables y menos peligrosas para la integridad del nervio cubital

Fractura supracondílea - II

La valoración de un niño con una fractura supracondílea se debe hacer mediante una historia clínica y exploración física completas con la ayuda de, unas buenas radiografías convencionales en proyección AP y L que, si es posible, deben hacerse en ambos codos. Los rasgos clínicos locales más característicos son la inflamación (con frecuencia severa) y la incapacidad funcional del codo, con mayor o menor deformidad. 
En este momento es crucial explorar y consignar por escrito la situación vasculonerviosa distal a la fractura para actuar en consecuencia. Normalmente los Rayos X comparativos nos darán el diagnóstico siendo extraordinaria la necesidad de apoyarnos en artrografías o resonancia magnética para afinar el diagnóstico. En este momento, y también tras el tratamiento, conviene valorar referencias radiológicas como el ángulo húmero-capitelar (ángulo de Baumann), la «lágrima» del húmero distal en proyección lateral, la línea coronoides, o la situación de la línea humeral anterior para interpretar mejor los Rayos X (Diagrama 4). El ángulo de Baumann normal, cuyo valor es de (72º±4º) no varía significativamente con la edad ni el sexo, es de mucha utilidad para detectar, por ejemplo, un colapso en varo en una fractura tipo I que parece sin desplazar en absoluto así como para valorar hasta que punto la reducción de una fractura desplazada es o no correcta. 
El tratamiento de las fracturas supracondíleas viene determinado por varios factores: clasificación, estabilidad y el estado de las estructuras neurovasculares. Las opciones terapéuticas que iremos analizando incluyen: reducción cerrada y yeso, reducción cerrada y fijación interna con agujas de Kirschner y la reducción abierta casi siempre asociada a la fijación interna. Haremos también algunas consideraciones sobre la utilidad de la tracción en estas lesiones. Las fracturas de extensión tipo I se tratan, en general, con yeso sin necesidad de reducción (hasta 15º-20º de angulación posterior son aceptables). 
En lo referente a los vendajes enyesados en las fracturas supracondíleas de codo, es muy importante no pasar de 90º ya que con una flexión mayor, aunque la fractura es más estable, las probabilidades de producirse isquemia y, por tanto, síndromes compartimentales (Volkmann) aumentan significativamente. El seguimiento radiológico de las fracturas tratadas con yeso durante las primeras semanas es crucial, sobre todo de cara a detectar posibles desplazamientos de los fragmentos antes de la consolidación.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Fractura supracondílea - I

Es la fractura más frecuente en la región del codo infantil, llegando a constituir el 75% del total de fracturas del humero distal (paleta humeral). La alta incidencia de complicaciones que históricamente se daba en estas lesiones, sobre todo el síndrome de Volkmann, las ha convertido en una de las más temidas en los Servicios de Urgencias. El trazo de las fracturas supracondíleas se localiza a nivel de la fosa olecraniana de húmero y se extiende a ambos lados de la paleta humeral a través de las columnas medial y lateral. Este es el punto más estrecho del húmero y de ahí que la mayoría de las fracturas del húmero distal se localicen ahí. El mecanismo lesional, que además es la base de la clasificación de las fracturas supracondíleas, consiste en un trauma en hiperextensión o en hiperflexión del codo. Las fracturas por extensión son las más frecuentes y se producen tras caídas sobre la palma de la mano en dorsiflexión y el codo extendido. Las lesiones por flexión se producen generalmente por golpes sobre el olécranon con el codo flexionado. Estas últimas son muy raras y constituyen solo alrededor del 5% del total de las fracturas supracondíleas.
Las fracturas por extensión fueron clasificadas por Gartland en tres grandes grupos (Fig. 18). Esta clasificación ha sido ligeramente modificada por Wilkins posteriormente: 
• Tipo I: fracturas sin desplazamiento. En este grupo podemos diferenciar un subgrupo de fracturas impactadas en varo por colapso de la columna medial. 
• Tipo II: fracturas desplazadas con el fragmento distal en extensión haciendo fulcro en el cortex posterior. En este grupo pueden distinguirse subgrupos dependiendo de que haya o no rotación de los fragmentos lo que, obviamente, dificulta el tratamiento. 
• Tipo III: fracturas completas y completamente desplazadas.También aquí podemos distinguir dos grandes subgrupos dependiendo de que el desplazamiento sea posteromedial o posterolateral.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Fracturas del húmero distal

Son unas de las fracturas más frecuentes a la vez que severas en los niños. 
De todas las fracturas de los niños, alrededor del 70% ocurren en la extremidad superior y de ellas hasta un 10% en el húmero distal. La severidad de estas fracturas no solo se deriva del trauma en sí necesario para producir la lesión sino de las secuelas tan graves que pueden aparecer si no se realiza el diagnóstico, tratamiento y seguimiento adecuados. 
Para entender los distintos tipos de fracturas del húmero distal y sus consecuencias interesa saber que la osificación de esta región tiene lugar secuencialmente con el siguiente orden (Diagrama 3): cóndilo lateral, 6 meses-2 años de edad; epicóndilo medial (epitróclea), 4-7 años; cóndilo medial (tróclea), 7-9 años y epicóndilo lateral, 10-12 años. Otros centros de osificación que nos interesan son los de la cabeza radial (2-4 años) y olécranon (8-10 años). Según Wilkins, el aporte sanguíneo llega al cóndilo-lateral desde su cara posterior y a la tróclea mediante vasos trans-fisarios. De acuerdo a su frecuencia, los distintos tipos de fractura del húmero distal podrían quedar en el siguiente orden de más a menos frecuente: fractura supracondílea, cóndilo lateral, epitróclea (epicóndilo medial), tróclea, desprendimiento fisario completo, epicóndilo lateral y fracturas complejas de paleta humeral. Con mucho, las más frecuentes son las tres primeras.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Codo de «niñera» (pronación dolorosa)

Es la lesión más frecuente del codo de los niños y, al mismo tiempo, una de las más banales. En los Servicios de Urgencias de Ortopedia Infantil se atienden, prácticamente a diario, niños que acuden al Hospital con sus padres asustados pensando que el niño presenta una parálisis dolorosa del antebrazo y la mano. La historia y el cuadro clínicos suelen ser casi constantes. Generalmente, tras una tracción brusca de la extremidad superior desde la mano (de ahí la denominación anglosajona de «pulled elbow»), el niño, casi siempre alrededor de los 3 años de edad, presenta un dolor agudo en el antebrazo asociado a una impotencia funcional casi total del codo, antebrazo y mano que se puede interpretar como una parálisis. 
La extremidad, habitualmente completamente inmóvil, adopta una postura característica con el codo flexionado en ángulo recto, el antebrazo pronado y la mano «caída». El niño, además, llora amargamente ante cualquier intento de movilización pasiva de la extremidad. En lo referente al mecanismo de producción, Salter y Zaltz llegaron a la conclusión que se trataba de una interposición reversible del ligamento anular entre la cabeza radial y el capitelum, tras una tracción brusca de la mano (Diagrama 2). 
El diagnóstico es sencillo habitualmente y está basado solo en el cuadro clínico que hemos mencionado ya que radiológicamente no hay signos específicos que nos ayuden a sospecharlo. El tratamiento es también muy sencillo pero requiere que el profesional esté familiarizado con este problema y haya realizado un diagnóstico correcto previo al tratamiento. La maniobra de reducción consiste en la extensión del codo a la vez que supinamos el antebrazo. Cuando llegamos a la extensión y supinación completas, con frecuencia oiremos un «clic» que se siente todavía mejor si colocamos nuestro pulgar a nivel de la cabeza radial. En unos minutos tras la maniobra, y a veces inmediatamente, el niño comienza espontáneamente a utilizar el b razo lesionado lo que nos indica que el problema está resuelto. No se necesita utilizar vendajes enyesados tras la reducción pudiendo, como mucho, indicar un cabestrillo dos o tres días hasta que ceda la sintomatología, si fuera necesario. 
Las complicaciones son raras y entre ellas está la recidiva del problema sobre todo si los padres no han puesto especial cuidado en no sujetar de nuevo al niño de la mano del lado lesionado. En este caso el tratamiento también consiste en la reducción cerrada y la insistencia a los familiares de no tirar del brazo del niño. Se han descrito, sin embargo, casos excepcionales en la literatura de «codo de niñera» irreductible que necesitaron de reducción abierta.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Luxación del codo - II

El mecanismo lesional en las luxaciones posteriores consiste en caída sobre la mano en hiperextensión con el antebrazo supinado y el codo extendido o parcialmente flexionado. La rara luxación anterior puede estar producida por un golpe directo o caída sobre el olécranon. Por su parte, los desplazamientos mediales o laterales son consecuencia de un traumatismo directo, rotación violenta del antebrazo o caída sobre la mano. 
El diagnóstico clínico y radiológico no suele plantear dificultades, aunque en ocasiones se debe realizar diagnóstico diferencial con fractura supracondílea. Comparado con ésta última, la luxación de codo presenta menos inflamación, antebrazo acortado, no crepitación y pérdida de la triangularidad normal entre epicóndilos y vértice olecraniano. En las luxaciones posterolaterales se puede palpar la cabeza radial. En el examen radiográfico inicial siempre hay que buscar fracturas comúnmente asociadas con la luxación de codo: cuello o cabeza radial, apofisis coronoides y epitróclea (Fig. 16).
Antes de iniciar el tratamiento también es crucial haber valorado la asociación de posibles lesiones neurovasculares ya que esta información nos permite saber cuándo se ha producido la lesión y, en segundo lugar, a tomar una actitud terapéutica más adecuada. El tratamiento recomendado es la reducción cerrada bajo anestesia general y mantenimiento con yeso durante 2-3 semanas tratando de ser ortodoxo en la técnica a utilizar. 
En la luxación posterior, hay que aplicar dos tipos de fuerzas: la primera siguiendo el eje humeral aplicando distracción húmerocubital y la segunda a lo largo del eje de antebrazo produciendo un desplazamiento anterior del mismo con respecto a los cóndilos humerales. 
En las luxaciones posterolaterales el antebrazo se coloca en supinación y seguidamente se reduce el desplazamiento lateral en primer lugar seguido de la corrección del desplazamiento posterior. Una vez realizada la reducción de la luxación hay que valorar la adecuada reducción de los fragmentos de fractura en caso que existan fracturas asociadas. 
Hay que prestar especial atención al posible desplazamiento en caso de fractura epitroclear asociada (Fig. 17), ya que incluso se puede llegar a ver el fragmento epitroclear incarcerado en la articulación humerocubital. Puede estar indicado hacer reducción y fijación interna de la o las fracturas asociadas después de reducir la luxación cuyos diagnóstico y tratamiento precoces son cruciales ya que con el paso del tiempo su manejo es cada vez más difícil y arriesgado. 
Las complicaciones son raras. Quizá las más frecuentes y, sin duda las más severas junto con las vasculares, son las lesiones neurológicas que pueden producirse antes o durante el tratamiento. La lesión neurológica más frecuente (10% de las luxaciones de codo en niños), es la neuroapraxia del nervio cubital. El mediano también puede dañarse por atrapamiento, bien intraarticular o en el mismo foco de fractura de la epitróclea. Las lesiones del mediano, por sus características anatómicas, pueden dejar secuelas permanentes y necesitar reparación quirúrgica. 
Las lesiones vasculares están, en general, en relación con graves traumatismos en fracturas abiertas. Las rigideces, consistentes generalmente en un déficit de extensión de unos 10º-20º, son relativamente frecuentes. Otras complicaciones como la inestabilidad crónica de codo, miositis osificante, sinostosis radiocubital, etc. son más infrecuentes.

Luxación del codo - I

Se da principalmente en adolescentes (13-14 años de edad) siendo excepcional en niños menores de 8 años. Estas lesiones constituyen alrededor del 5% de todas las lesiones de codo en pacientes esqueléticamente inmaduros. La clasificación más aceptada se basa en la integridad de la articulación radiocubital y la dirección del desplazamiento de los fragmentos, y es similar a la utilizada en los adultos. • Tipo I. Articulación radiocubital proximal intacta 
A. Posterior 
1. Posteromedial 
2. Posterolateral 
B. Anterior 
C. Medial 
D. Lateral 
• Tipo II. Articulación radiocubital proximal luxada 
A. Divergente 
1. Anteroposterior, con el radio desplazado anterior y el cúbito posterior. 
2. Transversa, con el cúbito desplazado medial y el radio lateralmente. 
B. Translocación radiocubital (radio hacia medial y cubito hacia lateral). 
C. Luxación aislada de la cabeza radial. La gran mayoría (más del 90%) de las luxaciones de codo son luxaciones posteriores (Fig. 15).

miércoles, 10 de diciembre de 2014

CODO

Los traumatismos del codo, han sido tradicionalmente los más temidos por los cirujanos –sobre todo los más jóvenes- y no sin razón porque son las lesiones de la extremidad superior que más problemas entrañan. El primer problema es el diagnóstico: saber si existe o no una fractura y sobre todo definir el tipo de fractura. Esta dificultad es mayor en niños menores de 6-8 años por la escasa y compleja osificación de la extremidad distal del húmero que, a esa edad, se compone fundamentalmente de cartílago hialino radiotransparente. En segundo lugar aparecen las dificultades en el tratamiento: la reducción y el mantenimiento de los fragmentos fracturarios es, con frecuencia, difícil y, arriesgado. El porcentaje de complicaciones neuro-vasculares de estas fracturas -tanto antes como durante el tratamiento- es alto. Las fracturas y luxaciones del codo presentan también una incidencia no desdeñable de no-uniones y limitaciones funcionales tras el tratamiento.

martes, 9 de diciembre de 2014

Fracturas de la diafisis humeral - II

Dentro de las complicaciones, además de los casos de insuficiente remodelación (angulaciones generalmente) que se dan sobre todo en niños a partir de los 12-13 años, la más temida lesión asociada a estas fracturas es la parálisis del nervio radial. Este nervio, al transcurrir adyacente al húmero a lo largo de la diafisis puede lesionarse por contusión directa de los fragmentos fracturarios. En niños esta lesión es mucho más rara que en adultos, y cuando se da suele corresponder a una neuroapraxia que recupera habitualmente de modo espontáneo. Puede darse hipercrecimiento a medio plazo (hasta los 18-24 meses post-fractura) pero extraordinariamente pasa de los 10 mm por lo que su repercusión funcional es inapreciable.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Fracturas de la diafisis humeral - I

Constituyen entre el 1 y 3% de todas las fracturas infantiles y entre el 10-15% del total de fracturas humerales. El mecanismo lesional más frecuente es un trauma directo de importancia en las fracturas transversales y una rotación brusca en las espiroideas. En los lactantes y niños pequeños hay que valorar siempre la posibilidad de malos tratos. El diagnóstico clínico (inflamación, impotencia funcional con o sin deformidad angular) junto con la radiografía convencional nos darán el diagnóstico en la mayoría de los casos. Estas fracturas, como todas las diafisarias, pueden ser en «tallo verde» o completas. Estas últimas a su vez son generalmente espiroideas o transversas. Las más inestables y que generalmente presentan mayor desplazamiento son las transversas. La capacidad de consolidación y remodelación es alta pero menor que en las fracturas de húmero proximal. Por este motivo el tratamiento casi siempre es también conservador mediante inmovilización con vendaje tipo Gilchrist, Velpeau, yeso en «U», o yeso colgante (Fig. 10).
 En ocasiones, antes de la inmovilización, se puede intentar reducción cerrada si el desplazamiento, sobre todo la angulación, es grande (Fig. 11). La inmovilización se deberá retirar a las 4- 6 semanas tras las que no suele ser necesario el tratamiento rehabilitador. Conforme pasa el tiempo, al igual que ocurre con las fracturas diafisarias femorales, va siendo más popular el enclavado intramedular elástico estable (EIEE) o sistemas similares (Fig. 12) con lo que, asumiendo el riesgo de una intervención quirúrgica, se evita el uso de inmovilizaciones demasiado restrictivas y tediosas. Otra ocasión en que recomendamos el tratamiento quirúrgico es en las fracturas abiertas (Fig. 13) con gran atricción de partes blandas (tipo III de Gustilo) en que utilizamos generalmente la fijación externa con la que, a pesar de conseguir callos óseos escasos (Fig. 14), se suele llegar a buen término en cada caso.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Fracturas de la metafisis humeral proximal

Son, en cuanto al mecanismo, morfología y comportamiento, similares a las fracturas fisarias. En lo referente a la edad de producción se han encontrado con mayor frecuencia entre los 5 y 10 años de edad. Estas fracturas pueden presentarse en diversas formas, desde el típico rodete, por tanto con mínimo desplazamiento, hasta fracturas completas con mayor o menor desplazamiento pasando por las fracturas en tallo verde. 
En lo referente al desplazamiento que se observa habitualmente en las fracturas completas, éste es similar al de las fracturas fisarias proximales con el fragmento distal desplazado lateralmente con respecto al proximal. No obstante, también es posible que se de el desplazamiento en sentido contrario (fragmento distal desplazado medialmente). 
La remodelación es, como en las fracturas fisarias, excelente por regla general y, por este motivo, el tratamiento suele ser conservador incluso sin haber reducción de los fragmentos (Fig. 8). En los casos de mayor desplazamiento y, sobre todo si la capacidad de remodelación es limitada, la reducción cerrada o abierta bajo anestesia puede estar indicada. También en este tipo de fracturas puede aplicarse las sugerencias de Curtis, Dameron y Rockwood sobre el desplazamiento/ angulación aceptables según la edad del paciente. 
La reducción abierta también está indicada en los casos, no infrecuentes, con gran desplazamiento e interposición de partes blandas, sobre todo músculo deltoides, que impiden que las maniobras cerradas sean eficaces. Estas fracturas, una vez reducidas suelen ser estables y, en general, no requieren fijación pero (Fig. 9) en caso de ser necesaria, se pueden utilizar unas agujas de Kirschner durante 3-4 semanas. Las complicaciones son raras en las fracturas de la metáfisis proximal del húmero pudiendo mencionarse el hipercrecimiento del húmero fracturado, hecho que nosotros nunca hemos apreciado de manera significativa (más de 10 mm.) y que no conlleva repercusiones funcionales. 
A pesar de la gran capacidad de remodelación de las fracturas de húmero proximal, pueden darse deformidades residuales por remodelación insuficiente en fracturas desplazadas en niños con escaso crecimiento remanente, que pueden requerir osteotomías correctoras.

Fracturas de la metafisis humeral proximal

Son, en cuanto al mecanismo, morfología y comportamiento, similares a las fracturas fisarias. En lo referente a la edad de producción se han encontrado con mayor frecuencia entre los 5 y 10 años de edad. Estas fracturas pueden presentarse en diversas formas, desde el típico rodete, por tanto con mínimo desplazamiento, hasta fracturas completas con mayor o menor desplazamiento pasando por las fracturas en tallo verde. 
En lo referente al desplazamiento que se observa habitualmente en las fracturas completas, éste es similar al de las fracturas fisarias proximales con el fragmento distal desplazado lateralmente con respecto al proximal. No obstante, también es posible que se de el desplazamiento en sentido contrario (fragmento distal desplazado medialmente). 
La remodelación es, como en las fracturas fisarias, excelente por regla general y, por este motivo, el tratamiento suele ser conservador incluso sin haber reducción de los fragmentos (Fig. 8). En los casos de mayor desplazamiento y, sobre todo si la capacidad de remodelación es limitada, la reducción cerrada o abierta bajo anestesia puede estar indicada. También en este tipo de fracturas puede aplicarse las sugerencias de Curtis, Dameron y Rockwood sobre el desplazamiento/ angulación aceptables según la edad del paciente. 
La reducción abierta también está indicada en los casos, no infrecuentes, con gran desplazamiento e interposición de partes blandas, sobre todo músculo deltoides, que impiden que las maniobras cerradas sean eficaces. Estas fracturas, una vez reducidas suelen ser estables y, en general, no requieren fijación pero (Fig. 9) en caso de ser necesaria, se pueden utilizar unas agujas de Kirschner durante 3-4 semanas. Las complicaciones son raras en las fracturas de la metáfisis proximal del húmero pudiendo mencionarse el hipercrecimiento del húmero fracturado, hecho que nosotros nunca hemos apreciado de manera significativa (más de 10 mm.) y que no conlleva repercusiones funcionales. 
A pesar de la gran capacidad de remodelación de las fracturas de húmero proximal, pueden darse deformidades residuales por remodelación insuficiente en fracturas desplazadas en niños con escaso crecimiento remanente, que pueden requerir osteotomías correctoras.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Fracturas de la fisis humeral proximal. - Part 2

De entre los tipos de inmovilización, los más usados son el cabestrillo o el vendaje tipo Velpeau durante 3-4 semanas después de lo cual se deben iniciar movilizaciones progresivas. Otros tratamientos no-operatorios son: reposo en cama con brazo en abducción en fracturas muy inestables, tracción cutánea durante dos semanas y cabestrillo -dudosamente eficaz- y yeso tipo «Estatua de la Libertad», que actualmente está en completo desuso por sus frecuentes complicaciones. 
Dentro de los tratamientos quirúrgicos únicamente contemplamos la posibilidad de reducción cerrada y mantenimiento con agujas de Kirschner en pacientes con especial inestabilidad y/o desplazamiento de los fragmentos fracturarios (Fig. 6). 
La reducción abierta de este tipo de fracturas está indicada, además de en las fracturas irreductibles, en fracturas abiertas que requieren desbridamiento / lavados y en fracturas tipo III y IV de Salter-Harris. Dentro de las complicaciones que se pueden destacar podemos incluir el cierre fisario prematuro que puede conllevar acortamiento (esta fisis supone aproximadamente el 80% del crecimiento humeral)y/o deformidad angular –húmero varo sobre todo- y el posible atrapamiento del tendón de la porción larga del bíceps. El húmero varo no suele tener repercusiones funcionales pero nosotros hemos llegado a observar un caso de síndrome de compresión subacromial en una paciente que obligó a realizar una osteotomía de corrección (Fig. 7).

martes, 2 de diciembre de 2014

Fracturas de la fisis humeral proximal. - Part 1

Son casi siempre de tipo I de Salter y Harris (típica en neonatos -lesión obstétricay en niños menores de 8-10 años) y, sobre todo, de tipo II (en mayores de 10 años y adolescentes). Los tipos III, IV y V son excepcionales en húmero proximal. El mecanismo lesional habitual consiste en una caída con el hombro en hiperextensión sobre la mano también hiperextendida o, menos frecuente, un trauma directo en la región posterolateral del hombro. 
En el caso de las fracturas obstétricas, se producen por hiperextensión y rotación de las extremidades superiores en el canal del parto, en particular si se presenta una distocia de hombros. Clínicamente (dolor, posible deformidad e impotencia funcional) y radiológicamente no son complicadas de diagnosticar. Concretamente, en la radiografía, se suele apreciar un desplazamiento anterolateral significativo del fragmento distal (metafisodiafisario) quedando el fragmento proximal localizado medialmente. 
El fragmento distal, al desplazarse lateralmente, puede llegar a protruir bajo el deltoides, hecho ya magníficamente descrito por Moore hace más de un siglo. Neer y Horowitz clasificaron estas fracturas según el desplazamiento en cuatro grados: - Grado I: menos de 5 mm. 
- Grado II: hasta 1/3 de la diáfisis. 
- Grado III: hasta 2/3 de la diáfisis. 
- Grado IV: más de 2/3 de la diáfisis o desplazamiento completo. Las fracturas del humero proximal (también las metafisarias) son fracturas con una extraordinaria capacidad de consolidación y remodelación por lo que el tratamiento con frecuencia es conservador. Ogden basa esta capacidad de remodelación en la actividad osteogénica del periostio intacto que queda en la región posterointerna del foco de fractura (Diagrama 1). 
Esto produciría, en caso de malunión, una aposición ósea en esa zona que, asociado a la reabsorción del hueso que queda libre de carga en la región anteroexterna, conduciría a la remodelación del callo de fractura. Las fracturas tipos I y II, en principio, no necesitan reducción y basta con la inmovi-lización, mientras que en las fracturas más desplazadas, tipos III y IV, el tratamiento más adecuado es la reducción bajo anestesia general e inmovilización. En caso de que la reducción cerrada resulte imposible se debe proceder a la reducción abierta, aunque no es necesario que sea anatómica por la gran capacidad remodeladora mencionada. 
Lógicamente, esta capacidad de remodelación va en relación inversa a la edad del paciente. Por eso podemos ser más permisivos en cuanto a la reducción con los niños pequeños que con los adolescentes en los que trataremos que el desplazamiento residual sea el mínimo posible. Curtis, Dameron y Rockwood sugieren unos valores de angulación/desplazamiento residuales aceptables en relación con la edad que concretan aún más las indicaciones terapéuticas en este tipo de fracturas. Concretamente en niños de entre 12 meses y 5 años, se podrían aceptar como buenas una angulación de hasta 70º y hasta un 100% de desplazamiento. 
Entre 5 y 12 años, hasta 50º de angulación y un 50% de aposición podrían corregirse espontáneamente. A partir de los 12 años no se podría ser tan permisivo ya que la remodelación es poco predecible. En estos casos, solo hasta un grado II de Neer y Horowitz, podría ser considerado aceptable.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Fracturas proximales de húmero

Estas fracturas, que constituyen menos del 1% de todas las fracturas infantiles, pue- den estar localizadas en el cartílago de crecimiento o, más distalmente, en la región metafisaria (Fig. 5).

domingo, 30 de noviembre de 2014

Luxación traumática del hombro

Se trata de una lesión realmente excepcional en el paciente esqueléticamente inmaduro. En el recién nacido se puede dar una imagen post-traumática que recuerda una luxación pero suele ser una epifisiolisis tipo I de Salter y Harris sin una dislocación real de la articulación glenohumeral. Aunque se pueden dar luxaciones de hombro en otras direcciones (posterior), la anterior es con diferencia la más habitual. Generalmente se presentan en pacientes con otras manifestaciones de hiperlaxitud articular (Fig. 4). 
El diagnóstico clínico (hombro en «charretera» e incapacidad funcional) y radiológico, sobre todo si el núcleo cefálico está calcificado, es sencillo. Es necesario un cuidadoso examen neurovascular, descartando lesiones asociadas del nervio axilar. Pueden observarse fracturas asociadas del troquíter en luxaciones anteroinferiores o del troquín en luxaciones erectas, respectivamente. 
En lo referente al tratamiento, como en el adulto, se debe intentar reducción cerrada en el Servicio de Urgencias, bajo anestesia general si es necesario.Tras la reducción, es de máxima importancia una inmovilización segura con vendaje tipo Velpeau o Gilchrist durante 3-4 semanas. Con ello se aminora la probabilidad de que se produzca una inestabilidad crónica (luxación recidivante) en el futuro que, de todos modos, es muy alta en pacientes inmaduros (hasta el 50% según las series) lo que se debe comunicar a los padres del paciente. 
En caso de luxación recidivante, se puede intentar un tratamiento rehabilitador, pero debe considerarse la indicación quirúrgica mediante diversos procedimientos capsulares asociados, en su caso, al tratamiento de una lesión de Bankart coexistente. Es importante diferenciar la luxación traumática (y la posible inestabilidad crónica ulterior) con la luxación voluntaria de hombro que no está producida por un trauma y que se trata informando e instando al paciente, generalmente hiperlaxo, a seguir un estricto tratamiento rehabilitador y a no repetir ese gesto, resolviéndose con el crecimiento.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Fracturas de la escápula

producen tras golpes de extraordinaria violencia en un contexto de politraumatismo, en los que es imprescindible la exploración neurovascular para descartar otras lesiones. Suelen estar asociadas a otras lesiones de la articulación glenohumeral, y pueden presentarse de forma aislada en situaciones de maltrato al menor. Para su correcta valoración deben estudiarse en radiografías en proyección anteroposterior y lateral desenfilada de la escápula. Es excepcional la necesidad de tratamiento quirúrgico y evolucionan generalmente bien con un tratamiento conservador inmovilizando con cabestrillo, durante 3-4 semanas, la extremidad superior afecta.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Fracturas y luxaciones del extremo distal

También son raras en los niños aunque menos que las del extremo proximal. La mayoría de estos casos presentan fractura (generalmente epifisiolisis I y II) sin luxación ya que queda un minúsculo fragmento epifisario clavicular distal adherido a la articulación acromioclavicular. Este fragmento es en ocasiones muy difícil de detectar por lo que con frecuencia este tipo de fracturas son confundidas con luxaciones acromio-claviculares. 
En niños pequeños, debe considerarse el tratamiento conservador dada la gran capacidad de remodelación en esta zona. Como en las fracturas proximales, la reducción conservadora es muy difícil y, dado lo visible de la prominencia que produce a veces este tipo de lesión, puede ser necesario en niños mayores la reducción quirúrgica y fijación con agujas de Kirschner, guardando las precauciones mencionadas con respecto a su posible migración, que pueden retirarse a las 4 semanas de la fractura. En las fracturas con poco desplazamiento el tratamiento será siempre conservador (cabestrillo o vendaje tipo Velpeau 3-4 semanas). 
Durante la consolidación de estas fracturas, si la reducción no ha sido anatómica, puede darse la aparición temporal de una «doble clavícula distal» que con el tiempo se remodela espontáneamente. Esto se produce por la osificación del manguito de periostio que permanece en su lugar al desplazarse la clavícula proximalmente. Dentro de las complicaciones de las fracturas de clavícula, podemos destacar: 
• Daño neurovascular. El mecanismo más habitual es la compresión de los vasos subclavios, plexo braquial o arteria carótida por los fragmentos fracturarios desplazados. Estas compresiones son agudas y es extraordinario que sea el callo óseo, habitualmente abundante, que se forma en estas fracturas el que produzca el problema. Puede observarse daño de forma tardía en relación con un vendaje en «8» excesivamente ajustado. 
• Compresión traqueo-esofágica. Probable en casos de fractura proximal con desplazamiento posterior. Cede realizando reducción -generalmente abiertacon/ sin fijación de los fragmentos fracturarios. 
• No-unión. Son extraordinarias. En estos casos, es obligado un diagnóstico diferencial con la pseudoartrosis congénita de clavícula (Fig. 3), aislada o en contexto sindrómico (disostosis cleidocraneal). Para su tratamiento, sobre todo en niños mayores, basta generalmente con refrescamiento de los bordes y estabilización con placa DCP y tornillos, incluso sin aporte de injerto óseo. 
• Callo vicioso. Extraordinario en niños ya que, como se ha mencionado, a pesar de que la mayoría de las fracturas se consolidan viciosamente, la remodelación conduce generalmente a la normalización del segmento en más o menos tiempo, según el grado de deformidad y la edad del individuo. 
• Dolor. También extraordinario y a largo plazo, y se da sobre todo en fracturas de extremo distal que quedaron sin reducir.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Fractura del extremo proximal

Es la localización más rara de las fracturas de clavícula (aproximadamente 2% del total). Así como en el adulto lo más frecuente (dentro de la rareza) es la dislocación esterno-clavicular, hasta los 20-25 años los desplazamientos claviculares proximales suelen ser realmente desprendimientos epifisarios (tipos I y II de Salter-Harris) debido a que se trata de la última fisis que se cierra del esqueleto. La sospecha clínica no es difícil ya que hay dolor espontáneo y a la palpación en la unión esterno-clavicular y, sobre todo, protrusión a ese nivel cuando el desplazamiento es anterior o depresión si es posterior. En este último caso puede llegar incluso a presentar disnea y/o disfagia por compresión de traquea y/o esófago. 
Actualmente es muy popular confirmar el diagnóstico de sospecha mediante técnicas de imagen transversal (TAC) pero la radiología convencional usando la proyección de Rockwood (45º de inclinación del tubo) es más sencilla y casi siempre más que suficiente para llegar al diagnóstico. Con respecto al tratamiento en las fracturas con desplazamiento anterior, hay controversia sobre si el tratamiento conservador es suficiente o no pero parece haber un acuerdo progresivo en lo referente a la dificultad de lograr la reducción mediante métodos conservadores, y puede considerarse la reducción abierta y fijación interna con agujas de Kirschner o simples suturas. 
A favor del tratamiento conservador en los desplazamientos anteriores, está la enorme capacidad de remodelación de esta región. Cuando el desplazamiento es posterior la reducción cerrada puede resultar difícil y, sobre todo si hay signos de compresión traqueo- esofágica, el tratamiento es quirúrgico. Rockwood propone la reducción percutánea mediante una pinza de campo asociando tracción longitudinal de la extremidad, sin utilizar fijación interna. Si se usan agujas de Kirschner como fijación es conveniente doblar el extremo libre para evitar las frecuentes migraciones de las mismas a este nivel.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Fracturas diafisarias

Las fracturas diafisarias se localizan generalmente en el tercio medio y son, con diferencia, las más frecuentes (más del 90% del total). Este tipo de fractura puede ser completa pero lo más frecuente es una fractura en tallo verde con mayor o menor angulación. En los casos de fractura completa el fragmento proximal se desplaza generalmente hacia arriba por acción del músculo esternocleidomastoideo mientras que el distal lo hace hacia abajo debido a la contracción de los músculos pectoral mayor y deltoides. A su vez, la contracción del músculo subclavio tiende a generar acabalgamiento de los fragmentos (Fig. 1). 
El tratamiento debe ser siempre conservador ya que la consolidación es constante y, aunque casi siempre se produce en posición viciosa, también la excelente remodelación a medio plazo es la regla general. Por este motivo, la reducción abierta con/sin fijación interna debe ser siempre desaconsejada. El tratamiento conservador más habitualmente recomendado es el vendaje en «8» durante 3-4 semanas (Fig. 1). Con este vendaje, se trata más de inmovilizar que de reducir la fractura y esto debe ser claramente explicado a los padres quienes deben tener claro que una fractura de clavícula en un niño puede quedar acabalgada ya que es prácticamente seguro que consolidará y remodelará satisfactoriamente en el curso de los 12-18 meses siguientes a la fractura (Fig. 2), sobre todo en niños menores de 6- 8 años. Para la colocación del vendaje en «8», que normalmente se hace sin anestesia o con anestesia local en el foco de fractura, el médico debe colocarse detrás del niño que estará sentado y con los brazos en alto (en posición de rendido) o en jarras. 
En el momento de colocarlo se debe aplicar una presión en ambos hombros hacia atrás tratando de ejercer distracción en el foco de fractura. El vendaje en «8» debe ser ajustado periódicamente (los familiares pueden hacerlo fácilmente) para mejorar la inmovilización y de esa manera disminuir los dolores. Hay que tener cuidado con los ajustes mencionados ya que si aplicamos demasiada tensión al vendaje, podemos dar lugar a lesiones cutáneas y/o problemas neuro-vasculares por compresión axilar. 
El vendaje en «8» es el tratamiento más popular en las fracturas de 1/3 medio de clavícula pero también pueden usarse vendajes más sencillos como un simple cabestrillo en fracturas incompletas (tallo verde) o completas con muy poco desplazamiento. Estos últimos tratamientos son más confortables y conducen a resultados similares que el vendaje en «8» en los casos mencionados. Como decimos, la consolidación se consigue aproximadamente en 3-4 semanas y ese es el tiempo que debe permanecer el vendaje. La recuperación de la movilidad de la cintura escapular y hombro se produce generalmente de modo espontáneo sin necesitar fisioterapia.

martes, 25 de noviembre de 2014

HOMBRO Y BRAZO

Fracturas de la clavícula 

La fractura de clavícula en la edad infantil es frecuente suponiendo alrededor del 10-15 % del total de las fracturas infantiles. Aproximadamente la mitad de las fracturas de clavícula ocurren en niños mayores de 10 años, y son más frecuentes en varones. Generalmente, la fractura de clavícula se produce por un mecanismo indirecto, tras una caída con apoyo lateral sobre el hombro. Este es el mecanismo más habitual en las fracturas de 1/3 medio. Las fracturas del extremo distal de clavícula suelen producirse por caídas sobre el hombro, con apoyo proximal. Las fracturas por trauma directo son raras. Consideración aparte merecen las fracturas obstétricas de clavícula, con una presentación que oscila entre el 0,3% y 6,3 % de los partos y una mayor relación con alto peso al nacer y partos distócicos, aunque con una baja incidencia de lesión asociada del plexo braquial. A la exploración es característica la asimetría en el reflejo de Moro. La clavícula puede fracturarse en tres zonas: diafisaria, proximal y distal.

lunes, 24 de noviembre de 2014

EXTREMIDAD SUPERIOR - Traumatismos de cintura escapular y miembro superior

INTRODUCCIÓN 
Las fracturas de la extremidad superior en los niños, sobre todo las más distales (antebrazo, muñeca y mano), llegan a ser hasta tres veces más frecuentes que las de la extremidad inferior. De hecho, en largas series publicadas se ha observado que hasta 7 de las 10 fracturas infantiles más frecuentes corresponden topográficamente al miembro superior y que aproximadamente el 50% de las fracturas infantiles corresponden a antebrazo y mano. 
Este hecho, junto a las graves secuelas que se pueden derivar de un diagnóstico tardío o de un tratamiento inadecuado (a veces incluso tras tratamientos correctos), hace que debamos conceder una especial importancia a las fracturas de esta localización. La mayoría de estas fracturas se producen a partir de los 6 años de edad y la circunstancia relacionada con la fractura es, sobre todo, la actividad deportiva seguida de los juegos al aire libre en la escuela y los accidentes de tráfico. 
En los niños más pequeños, lógicamente, los accidentes domésticos son la causa más frecuente de estas fracturas. Como prácticamente todas las fracturas en los niños, las localizadas en la extremidad superior también presentan una rápida curación y son raros los problemas de consolidación (no-unión, retraso de consolidación, etc.). Asimismo, se observa un proceso de remodelación muy activo en las fracturas mal unidas sobre todo en los niños pequeños y en las regiones cercanas a las fisis más fértiles. De hecho, es difícil observar remodelaciones tan asombrosas y rápidas como las que se aprecian en las fracturas del extremo proximal humeral. El fenómeno de hipercrecimiento tras la consolidación de fracturas de los huesos largos en niños es de menor importancia en la extremidad superior que en la inferior y, de hecho, en las fracturas de antebrazo es prácticamente inexistente. Las rigideces articulares son extraordinarias y están en relación sobre todo con graves fracturas a nivel del codo o con tratamientos quirúrgicos agresivos en algunas fracturas articulares o cercanas a articulaciones. 
Las fracturas del cartílago de crecimiento pueden conllevar cierres fisarios prematuros con sus correspon dientes consecuencias (acortamientos y/o deformidades angulares). No obstante, las repercusiones funcionales son, en general y con excepciones como puede ser el cierre prematuro de la fisis cubital distal, de menos importancia que las que se pueden dar en las extremidades inferiores sobre todo a nivel de la rodilla. Estos hechos, sobre todo la rápida consolidación y capacidad de remodelación, hacen que el tratamiento de la mayoría de fracturas de las extremidades superiores en los niños sea conservador. No obstante, hay ocasiones en que está indicada la reducción y la fijación de la fractura de modo quirúrgico bien sea percutáneamente o mediante cirugía abierta convencional. 
Los métodos de fijación más empleados son las agujas de Kirschner en las fracturas epífiso-metafisarias y el enclavado endomedular con varillas elásticas en las diafisarias. Otros métodos que también se usan aunque en casos más concretos son la fijación externa y las placas de osteosíntesis (DCP), ambas para la fijación de fracturas diafisarias sobre todo. Se use el método que se use, hay que prestar especial atención y cuidado a las posibles lesiones iátricas que se pueden generar con el uso de estos medios de osteosíntesis sobre todo las lesiones fisarias y, en los casos de uso de varillas elásticas, infecciones en su trayecto si se dejan expuestas a través de la piel. En el resto del capítulo trataremos de analizar los rasgos principales de las fracturas infantiles de la cintura escapular y extremidad superior siguiendo un orden topográfico.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Fracturas abiertas - BIBLIOGRAFÍA

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sábado, 22 de noviembre de 2014

COMPLICACIONES - II

No existen datos fiables de la tasa de infección tras fractura abierta en la infancia Algunas series dan un índice similar a los adulto, en tanto que otras, encuentran un nivel significativamente inferior en los menores de 17 años. La tasa de infección de tejidos blandos llega en algunas series al 25%, en tanto que la osteomielitis afecta entre un 2% y un 5%. El germen más frecuentemente aislado es el Staphylococcus aureus. Para minimizar el riesgo de infección Patzakis, tras estudiar 1104 fracturas abiertas, recomienda : 
Administración inmediata de antibióticos de amplio espectro durante al menos tres días, desbridamiento quirúrgico precoz, cierre parcial de las lesiones tipo I y II y cierre diferido en los tipo III de Gustilo. El retardo de consolidación en las fracturas diafisarias abiertas de miembros inferiores afecta al 15%-20% de los casos, siendo el tipo de fractura y la edad del paciente los factores que más influencia tienen en su aparición, resultando excepcional por debajo de los 6 años de edad. Entre el 8%-10% de las fracturas diafisarias abiertas de miembros inferiores evolucionan a pseudartrosis siendo siempre fracturas con graves lesiones de partes blandas. El empleo de proteina morfogenética humana en fracturas abiertas de tibia, en adultos, parece disminuir el tiempo de consolidación y la tasa de infección. No existen datos concluyentes de su utilidad en la infancia. La posibilidad de aparición, a largo plazo, de dismetrias o desviaciones axiales de los miembros como consecuencia del potencial de crecimiento que presentan los niños, no difieren de los que se pueden presentar tras una fractura cerrada. Un caso especial es la pérdida de sustancia ósea que puede existir tras una fractura abierta y que requerirá la realización de un transporte o el aporte de injerto óseo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

COMPLICACIONES - I

Al igual que en el adulto, las complicaciones potenciales de este tipo de fracturas, incluyen: La infección, el síndrome compartimental, la consolidación viciosa, el retraso de consolidación y la pseudartrosis. 
De modo específico en el niño pueden aparecer posteriormente dismetrías y alteraciones axiales de los miembros. Song (1996) y Blasier (1996) encuentran una clara relación entre la edad del lesionado y el índice de complicaciones, refiriendo que en pacientes menores de 11-12 años el curso clínico es más benigno y con menor número de complicaciones. La necesidad de realizar una amputación es rara pero no excepcional. Se trata, en general, de fracturas tibiales grado III C de Gustillo. En la revisión efectuada por Kreder (1995) fué necesario amputar 4 casos de 6 fracturas tipo III C de Gustilo. 
Existen escalas para valorar la viabilidad de una extremidad severamente lesionada. Una de las más conocidas es la MESS (Mangled Extremity Severity Score. Johansen 1990). Se tiene en cuenta la lesión ósea y de partes blandas, la isquemia, el shock hipovolémico y la edad del paciente (Tabla 5). Si la puntuación es mayor que 7 puede ser necesaria la amputación. Dicha escala puede utilizarse de modo orientativo, pero debe ser la valoración del cirujano la que decida el tratamiento más adecuado. Durante cierto tiempo se consideró que la existencia de fractura abierta protegía frente a la aparición de Síndrome compartimental. Actualmente existe evidencia para afirmar que esta complicación, aunque infrecuente, puede aparecer especialmente en fracturas de tibia o de antebrazo tipo I y II.

jueves, 20 de noviembre de 2014

ESTABILIZACIÓN DE LA FRACTURA

El método elegido para estabilizar la fractura debe permitir un control fácil de las lesiones de las partes blandas. Las fracturas estables de tibia y de antebrazo, con frecuencia podremos mantenerlas con vendaje escayolado, realizando una ventana en la zona de la herida. No obstante, si la lesión de partes blandas es extensa, es más recomendable la estabilización quirúrgica para conseguir un mejor control de las heridas ya que la realización de amplias ventanas en el vendaje escayolado puede hacerle perder parte de su función estabilizadora. En las fracturas que afectan al fémur o al húmero y en pacientes politraumatizados la estabilización de la fractura por métodos ortopédicos es más dificultosa, recomendando la estabilización quirúrgica. La fijación externa encuentra una de sus indicaciones básicas en el tratamiento de las fracturas abiertas siendo para muchos autores el método más adecuado de estabilizarlas. El uso de fijadores monolaterales y menos rígidos que los modelos precedentes ha hecho disminuir el índice de complicaciones, especialmente el retardo de consolidación y la intolerancia de las agujas o tor nillos. Entre las ventajas de la fijación externa, podemos señalar : 
• Estabiliza la fractura sin añadir material extraño al foco. 
• Permite un adecuado control de las partes blandas y la realización de procedimientos quirúrgicos si es necesario. 
• La técnica de colocación y retirada del mismo es sencilla y poco traumática para una extremidad ya severamente lesionada. 
• Buena tolerancia con bajo índice de complicaciones. El enclavado endomedular, es ampliamente utilizado en el tratamiento de las fracturas tipo I y II de Gustilo en el adulto. No obstante, se trata de una cirugía más agresiva que coloca material extraño a nivel del foco y que en el niño puede lesionar los cartílagos misarios, por lo que su utilización debería restringirse a los adolescentes próximos a la madurez esquelética. El enclavijado endomedular elástico, menos agresivo en su colocación y que respeta los cartílagos fisarios puede tener indicaciones más amplias en el niño, habiéndose utilizado en las fracturas tipo I y II con buenos resultados. Creemos que resulta especialmente útil en las fracturas de húmero y antebrazo que no pueden ser tratadas ortopédicamente. Las fracturas que afectan a los huesos de la mano o el pie y las fracturas epifisarias pueden estabilizarse adecuadamente con agujas de Kirschner o tornillos. El periodo de consolidación está directamente relacionado con el tipo de fractura según la clasificación de Gustilo. (Tabla 4).

miércoles, 19 de noviembre de 2014

TRATAMIENTO DE LAS PARTES BLANDAS

La irrigación y el desbridamiento de la herida es un factor fundamental para evitar la infección y en ningún caso puede ser sustituido por la antibioterapia solamente. El tratamiento se inicia con una limpieza externa y un lavado copioso de la herida con suero salino. La función fundamental del lavado es mecánica con arrastre de cuerpos extraños y tejidos desvitalizados. No obstante algunos autores aconsejan añadir antibióticos al líquido de lavado. 
Aunque se admite, de un modo general, que el desbridamiento y la limpieza deben ser precoces, algunos estudios no aprecian diferencias en la tasa de infección entre aquellos casos en que la cirugía se realizó antes de las seis horas o cuando se realizó entre las seis y 24 horas tras el traumatismo. Si es posible, antes de iniciar el desbridamiento colocamos un manguito de isquemia en la raíz del miembro, pero sin subir la presión, por si es necesario un control temporal de la hemorragia. Creemos que de este modo se distinguen mejor los tejidos desvitalizados. El desbridamiento y la revisión deben incluir todos los planos, hasta el foco de fractura. 
Esto puede exigir una ampliación de la herida cutánea. Sisk considera que cuando la herida es de pequeño tamaño, menos de la mitad del diámetro del hueso fracturado, no es obligatorio revisar el foco de fractura. Se extirparán todos los tejidos que consideremos desvitalizados, lo cual no siempre es fácil de determinar en el momento inicial. 
A nivel muscular, el color, el sangrado y la contractilidad al corte son signos fiables de viabilidad. Los fragmentos óseos desvitalizados, sin inserciones, deben ser eliminados asumiendo el riesgo de que aparezca un déficit de sustancia que requiera ulteriormente algún procedimiento quirúrgico. Las fracturas con importantes lesiones de partes blandas requerirán con frecuencia desbridamientos repetidos a las 48-72 horas. En estos casos el tratamiento antibiótico debe prolongarse al menos 48 horas tras el último desbridamiento. El cierre de la herida continua siendo tema de controversia. Existen firmes partidarios del cierre diferido en todos los casos. 
No obstante en aquellos casos en que el cierre se puede realizar sin tensión ni espacios muertos, no han transcurrido más de 8 horas desde el traumatismo, no hay evidencia de contaminación y la limpieza sea adecuada, se puede realizar el cierre primario de la herida dejando generalmente algún sistema de drenaje. Se trata fundamentalmente de fracturas tipo I y II con escasa lesión de partes blandas. En las fracturas tipo III, el mayor grado de contaminación, la pérdida tejidos y la dificultad para reconocer inicialmente todos los tejidos desvitalizados, desaconsejan o impiden la realización de un cierre primario de la herida, debiéndose realizar, generalmente, desbridamientos repetidos pasados 2 ó 3 días. 
Tras la realización del tratamiento de las partes blandas, debemos evitar que queden expuestos el foco de fractura, vasos, nervios o tendones, si no es posible, su cobertura adecuada con la piel, se puede desplazar localmente los vientres musculares vecinos. No obstante, las técnicas de cobertura que precisen de una disección amplia no deben realizarse en el tratamiento inicial.