Al igual que en el adulto, las complicaciones
potenciales de este tipo de fracturas,
incluyen: La infección, el síndrome compartimental,
la consolidación viciosa, el
retraso de consolidación y la pseudartrosis.
De modo específico en el niño pueden
aparecer posteriormente dismetrías y alteraciones
axiales de los miembros. Song
(1996) y Blasier (1996) encuentran una clara relación entre la edad del lesionado y
el índice de complicaciones, refiriendo que
en pacientes menores de 11-12 años el
curso clínico es más benigno y con menor
número de complicaciones.
La necesidad de realizar una amputación
es rara pero no excepcional. Se trata, en
general, de fracturas tibiales grado III C de
Gustillo. En la revisión efectuada por
Kreder (1995) fué necesario amputar 4
casos de 6 fracturas tipo III C de Gustilo.
Existen escalas para valorar la viabilidad de
una extremidad severamente lesionada.
Una de las más conocidas es la MESS
(Mangled Extremity Severity Score.
Johansen 1990). Se tiene en cuenta la lesión
ósea y de partes blandas, la isquemia, el
shock hipovolémico y la edad del paciente
(Tabla 5).
Si la puntuación es mayor que 7 puede
ser necesaria la amputación. Dicha escala
puede utilizarse de modo orientativo, pero
debe ser la valoración del cirujano la que
decida el tratamiento más adecuado.
Durante cierto tiempo se consideró que
la existencia de fractura abierta protegía
frente a la aparición de Síndrome compartimental.
Actualmente existe evidencia para
afirmar que esta complicación, aunque
infrecuente, puede aparecer especialmente
en fracturas de tibia o de antebrazo tipo I y
II.
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