El método elegido para estabilizar la
fractura debe permitir un control fácil de
las lesiones de las partes blandas. Las fracturas
estables de tibia y de antebrazo, con frecuencia
podremos mantenerlas con vendaje
escayolado, realizando una ventana en la
zona de la herida.
No obstante, si la lesión
de partes blandas es extensa, es más recomendable
la estabilización quirúrgica para
conseguir un mejor control de las heridas
ya que la realización de amplias ventanas en
el vendaje escayolado puede hacerle perder
parte de su función estabilizadora.
En las fracturas que afectan al fémur o al
húmero y en pacientes politraumatizados la
estabilización de la fractura por métodos
ortopédicos es más dificultosa, recomendando
la estabilización quirúrgica.
La fijación externa encuentra una de sus
indicaciones básicas en el tratamiento de las
fracturas abiertas siendo para muchos autores
el método más adecuado de estabilizarlas.
El uso de fijadores monolaterales y
menos rígidos que los modelos precedentes
ha hecho disminuir el índice de complicaciones,
especialmente el retardo de consolidación
y la intolerancia de las agujas o tornillos. Entre las ventajas de la fijación externa,
podemos señalar :
• Estabiliza la fractura sin añadir material
extraño al foco.
• Permite un adecuado control de las
partes blandas y la realización de procedimientos
quirúrgicos si es necesario.
• La técnica de colocación y retirada del
mismo es sencilla y poco traumática
para una extremidad ya severamente
lesionada.
• Buena tolerancia con bajo índice de
complicaciones.
El enclavado endomedular, es ampliamente
utilizado en el tratamiento de las
fracturas tipo I y II de Gustilo en el adulto.
No obstante, se trata de una cirugía más
agresiva que coloca material extraño a nivel
del foco y que en el niño puede lesionar los
cartílagos misarios, por lo que su utilización
debería restringirse a los adolescentes próximos
a la madurez esquelética.
El enclavijado endomedular elástico,
menos agresivo en su colocación y que respeta
los cartílagos fisarios puede tener indicaciones
más amplias en el niño, habiéndose
utilizado en las fracturas tipo I y II con
buenos resultados.
Creemos que resulta
especialmente útil en las fracturas de húmero
y antebrazo que no pueden ser tratadas
ortopédicamente.
Las fracturas que afectan a los huesos de
la mano o el pie y las fracturas epifisarias
pueden estabilizarse adecuadamente con
agujas de Kirschner o tornillos.
El periodo de consolidación está directamente
relacionado con el tipo de fractura
según la clasificación de Gustilo. (Tabla 4).
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