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martes, 3 de diciembre de 2013

ESTABILIZACIÓN DE LA FRACTURA

El método elegido para estabilizar la fractura debe permitir un control fácil de las lesiones de las partes blandas. Las fracturas estables de tibia y de antebrazo, con frecuencia podremos mantenerlas con vendaje escayolado, realizando una ventana en la zona de la herida. 
No obstante, si la lesión de partes blandas es extensa, es más recomendable la estabilización quirúrgica para conseguir un mejor control de las heridas ya que la realización de amplias ventanas en el vendaje escayolado puede hacerle perder parte de su función estabilizadora. En las fracturas que afectan al fémur o al húmero y en pacientes politraumatizados la estabilización de la fractura por métodos ortopédicos es más dificultosa, recomendando la estabilización quirúrgica. 
La fijación externa encuentra una de sus indicaciones básicas en el tratamiento de las fracturas abiertas siendo para muchos autores el método más adecuado de estabilizarlas. El uso de fijadores monolaterales y menos rígidos que los modelos precedentes ha hecho disminuir el índice de complicaciones, especialmente el retardo de consolidación y la intolerancia de las agujas o tornillos. Entre las ventajas de la fijación externa, podemos señalar : 
• Estabiliza la fractura sin añadir material extraño al foco. 
• Permite un adecuado control de las partes blandas y la realización de procedimientos quirúrgicos si es necesario. 
• La técnica de colocación y retirada del mismo es sencilla y poco traumática para una extremidad ya severamente lesionada. 
• Buena tolerancia con bajo índice de complicaciones. 
El enclavado endomedular, es ampliamente utilizado en el tratamiento de las fracturas tipo I y II de Gustilo en el adulto. No obstante, se trata de una cirugía más agresiva que coloca material extraño a nivel del foco y que en el niño puede lesionar los cartílagos misarios, por lo que su utilización debería restringirse a los adolescentes próximos a la madurez esquelética. El enclavijado endomedular elástico, menos agresivo en su colocación y que respeta los cartílagos fisarios puede tener indicaciones más amplias en el niño, habiéndose utilizado en las fracturas tipo I y II con buenos resultados. 
Creemos que resulta especialmente útil en las fracturas de húmero y antebrazo que no pueden ser tratadas ortopédicamente. Las fracturas que afectan a los huesos de la mano o el pie y las fracturas epifisarias pueden estabilizarse adecuadamente con agujas de Kirschner o tornillos. El periodo de consolidación está directamente relacionado con el tipo de fractura según la clasificación de Gustilo. (Tabla 4).

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