Estas fracturas, casi siempre fisarias o
metafisarias, suponen alrededor del 5% de las fracturas en el codo de los niños y su
importancia radica en la severidad de sus
secuelas que dependen en gran medida de
la precocidad del diagnóstico y del tratamiento
que utilicemos (Fig. 34). Su máxima
frecuencia está entre los 9-12 años de
edad.
El mecanismo lesional más habitual es
una caída sobre la palma de la mano con el
codo en extensión. En ese momento, si se
aplica una fuerza valguizante en el codo, se
produce la sobrecarga del cóndilo humeral
sobre la cabeza radial que conduce a la fractura
del cuello del radio. Un mecanismo
similar produciría las mucho menos frecuentes
fracturas parcelares de la epífisis
radial. Otros dos mecanismos lesionales
posibles son: cizallamiento del radio proximal
durante una luxación de codo o su
reducción y fracturas–luxaciones como
puede ocurrir en las distintas variantes de la
lesión de Monteggia.
Clínicamente el paciente presenta dolor
en cara externa del codo con mayor o
menor inflamación e impotencia funcional
sobre todo para la prono-supinación del
antebrazo.
Radiológicamente, si la epífisis
radial proximal ha comenzado a osificarse
(hacia los 2-4 años de edad), puede apreciarse
una inclinación de la epífisis con respecto
a la diáfisis y un desplazamiento epifisario
en sentido transverso (cizalla), que
son de diversos grados según la gravedad de
la fractura. Generalmente las fracturas producidas
por una fuerza valguizante con el
codo extendido presentan una mayor o
menor angulación pero sus características
principales son el escaso desplazamiento
transversal epifisario y la impactación que
suele ser importante. Por el contrario, las
fracturas relacionadas con luxación de codo
habitualmente presentan poca impactación
y, concretamente las producidas durante la
reducción de una luxación, pueden llegar a
presentar una rotación de 180º de la extremidad
proximal del radio.
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