El entorno de la enfermedad suele estar cargado de emociones negativas.
Pacientes y familiares consultarán con la esperanza de ser aliviados de su
dolencia física, sin tener conciencia de los influjos que sobre ella puedan ejer-
cer la ansiedad y la desesperanza.
El médico, del que se espera tenga los poderes de sanar el cuerpo, debe
saber reconocer las emociones.
Debe identificarlas en su contexto personal
(temperamento y estados de ánimo del paciente) y deducir su interdependencia
familiar y laboral (conflictos y gratificaciones).
Para ello requiere establecer una atmósfera de tranquilidad, interés, afecto y
cercanía durante la consulta, que permita generar la necesaria confianza para
que el paciente pueda mostrar su intimidad y sus sufrimientos.
En la enorme mayoría de los casos, la problemática nace de la ansiedad que
le provocan las preocupaciones constantes y recurrentes, por amenazas simbó-
licas en su vida de relación familiar y/o laboral, que afectan su autoestima.
La
homeostasis alterada tendrá su expresión somática en el aumento del tono mus-
cular estriado, distonia neurovegetativa, distorsión de la percepción dolorosa y
alteraciones del sueño y apetito, entre otras muchas.
Sólo una vez establecida la empatia, el médico podrá contraponer sus co-
nocimientos científicos -madurados por la experiencia- a los síntomas relata-
dos por el paciente y sus familiares y los hallazgos del examen físico, que le
permitan efectuar una correcta ponderación de los componentes psicosociales
involucrados en la enfermedad.