El paciente presenta dolor local, sensibilidad
y tumefacción, con impotencia funcional
del miembro afectado. Se puede
observar también deformidad, acortamiento
y movilidad anormal a nivel del muslo
con el miembro en rotación externa y
acortamiento.
Estos signos, unidos a historia
de traumatismo o accidente de tráfico
hacen evidente el diagnóstico.
Hay que valorar el estado neurovascular
del miembro inferior y descartar lesiones
de los vasos poplíteos o femorales, del nervio
ciático o de ambos.
Estas se deben al
desplazamiento posterior del fragmento
distal de las fracturas del tercio inferior de
la diáfisis. Suele producirse una hemorragia
que oscila alrededor de los 250-500 cc. La
fuente de esta hemorragia puede estar
situada en ramas de la arteria femoral profunda,
las cuales siguen alrededor de la
superficies posterior y externa de la diáfisis
femoral, los vasos de los músculos ricamente
vascularizados que envuelven al fémur o
los vasos medulares del hueso.
La arteria
femoral se puede desgarrar en algunos
casos.
Ya que las fracturas femorales en muchas
ocasiones son consecuencia de un traumatismo
importante, es necesario controlar el
estado de consciencia, y las constantes vitales.
Hay que explorar al paciente para descartar
lesiones viscerales de las áreas abdominal,
pelviana y genitourinaria, eventuales
lesiones craneales y otras fracturas o luxaciones
de cadera.
Todo niño menor de 3 años que acude
a urgencias con una fractura de fémur y que los padres o cuidadores no dan razones
adecuadas sobre el mecanismo de producción,
en estos casos existe sospecha de
malos tratos.
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