Las constantes y variadas emociones del ser en su vida de relación, determinan el nivel de producción de neurotransmisores cerebrales, los cuales controlan la homeostasis y los mecanismos de transmisión y percepción del dolor.
De forma muy vivida por la intensidad del fenómeno emocional- podemos
con facilidad rememorar los cambios fisiológicos casi instantáneos que provocan
las emociones: piloerección y taquicardia marcada al despertarnos en la noche
por un ruido en otra habitación; manos sudorosas y un nudo en el estómago
antes de la crucial prueba de fin estudios; sequedad de la boca, latidos audibles
y ansiedad previo al encuentro amoroso.
Esta respuesta cerebral-orgánica es conocida empíricamente desde la descripción del síndrome general de alarma, donde los neurotransmisores, actuando
a través de las vías nerviosas (transmisión eléctrica) y ncurohormonales:
hipotálamo - hipófisis - glándulas endocrinas (vía sanguínea), modifican en
centésimas de segundo la fisiología orgánica, en alerta frente a una amenaza
vital.
El aumento de las encefalinas y endorfinas en estas circunstancias anulan
casi por completo la percepción dolorosa, permitiendo una respuesta máxima de
ataque o fuga.
En condiciones de dolor agudo (traumático o quirúrgico) o dolor de evolución prolongada, la percepción del dolor está modulada por la concentración que
estos dos neurotransmisores alcanzan en el sistema límbico y en la sustancia
gelatinosa de las astas posteriores.
La producción de encefalinas, endorfinas, serotonina y otras sustancias
encefálicas, está controlada por el cerebro emocional, íntimamente relacionado
con el temperamento y la estructura de personalidad de cada ser, la concurrencia
de psicopatologia asociada y/o conflictos viveneiales graves, y el contexto
sociocultural del medio en el que ha nacido, crecido y se ha desarrollado.
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