El diagnóstico se basa en la exploración
clínica y la radiología convencional, siendo
raro tener que recurrir a pruebas complementarias
más sofisticadas. (Fig. 4).
A los signos clásicos de toda fractura se
añade la existencia de una herida en la piel
más o menos extensa.
Normalmente la
herida se sitúa en la proximidad del foco de fractura pero en ocasiones puede estar
situado a cierta distancia.
También debemos considerar como
fracturas abiertas aquellas fracturas producidas
por aplastamiento o tracción que se
asocian con importante lesión de partes
blandas, aunque inicialmente no se aprecie
solución de continuidad de la piel.
La radiología nos informa del tipo de
fractura, fundamental para la elección del
tratamiento adecuado de la misma. Un
importante desplazamiento de los extremos
óseos o la existencia de una fractura conminuta
o segmentaria indican un mecanismo
de alta energía con importante lesión
de partes blandas.
Debemos poner especial atención en la
búsqueda de cuerpos extraños que se hayan
podido introducir tras el traumatismo, para
proceder a su extracción durante el desbridamiento.
Una excepción es cuando la
lesión está producida por un arma de fuego,
con múltiples fragmentos de metralla o
perdigones, en esta situación el intento de
extraer todos los fragmentos de proyectil o
perdigones ocasionaría un alto daño tisular
en tejidos relativamente sanos y por ello
debe evitarse.
La presencia de aire en la radiología inicial
es debido a la introducción del mismo
a través de la herida. Si el aire aparece posteriormente
debemos pensar en la posibilidad
de infección por anaerobios.