La vascularización de la cadera ha sido
estudiada con detenimiento por Trueta,
Chung y Ogden debido a la alta frecuencia
con que sucede la necrosis avascular en este
tipo de fracturas concluyendo que:
1. La vascularización a través del ligaento
redondo carece de importancia,
contribuyendo escasamente al aporte
vascular de la cabeza femoral hasta la
edad de 8 años, y luego como en el
adulto aportando el 20 %. 2. Al nacer, las ramas de las arterias circunflejas
medial y lateral (vasos metafisarios),
que penetran a través del
cuello es el aporte sanguíneo fundamental
de la cabeza femoral. Estas
arterias gradualmente van disminuyendo
de tamaño a la par que se
desarrolla el cartílago fisario formando
una barrera que impide la penetración
de estos vasos en la cabeza.
Este aporte vascular metafisario dejará
de existir a partir de los 4 años.
3. A partir de esta situación, el aporte
vascular se realiza a través de los
vasos epifisarios laterales realizando
un by-pass del cartílago de crecimiento.
Ogden describe dos ramas
procedentes de la arteria circunfleja
medial: postero-superior y posteroinferior
que permanecerán para
siempre.
Los vasos retinaculares formados
por las dos arterias circunflejas
irrigan el cuello y la metáfisis cercana
al cartílago de crecimiento.
Por lo tanto, la cadera del niño presenta
unas características particulares que la distinguen
de la del adulto y que deben tenerse
en cuenta en el enfoque del tratamiento
de las fracturas de la extremidad proximal
femoral a estas edades:
1. El niño presenta una envuelta
perióstica mas fuerte que el adulto,
quizás por ello la mitad de estas fracturas
son sin desplazar.
2. La vascularización de la cabeza
femoral es diferente.
3. La necrosis avascular suele acompañarse
de epifisiodesis precoz.
4. La hiperemia que ocasiona una fractura
en el niño puede producir una
coxa magna e hipermetría discreta.
5. El niño tolera la inmovilización
enyesada.
6. El pequeño tamaño del cuello femoral
del niño no permite utilizar los
métodos de síntesis que se usan para
adultos.
7. Cuando surgen problemas en un
niño, la sustitución protésica no es
una alternativa válida.
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