En los niños, normalmente, se emplea la
misma clasificación que en los adultos.
Los sistemas de clasificación de las fracturas
abiertas son un tema relativamente
reciente. Hasta los años sesenta las fracturas
se clasificaban simplemente como abiertas
o cerradas, aunque algunos autores (Ellis
1958, Nicoll 1964) ya señalaban la relación
entre la lesión de las partes blandas y el pronóstico
de la fractura.
Cauchoix (1965) estableció una clasificación
basada en el tamaño de la herida.
Distinguía tres tipos.
El tipo 1 se trataba de
fracturas con heridas puntiformes y escasa
lesión de las partes blandas. En el tipo 2
existía riesgo de necrosis de la piel y en el
tipo 3 existía pérdida de sustancia.
Esta clasificación y algunas otras que se
desarrollaron más tarde fueron precursoras
de la clasificación de Gustilo y Anderson
publicada en 1976 y posteriormente completada
por el mismo autor en 1984.
Dicha clasificación tiene en cuenta el
tamaño de la herida, la lesión de las partes blandas, el grado de contaminación y la
existencia de lesiones vasculares.
Tipo I (Fig 1): fractura abierta con herida
menor de 1cm y escasa o nula contaminación.
Tipo II (Fig 2): fractura abierta con herida
mayor de 1 cm. con contaminación
moderada.
Tipo III A: fractura abierta con herida
normalmente amplia con intensa lesión de
partes blandas.
El hueso mantiene una adecuada
cobertura periostica y de tejidos
blandos. Las fracturas abiertas debidas a
traumatismo de alta energía aunque presenten
una herida de pequeño tamaño
deben considerarse en esta categoría debido
a la extensa lesión de partes blandas subyacentes.
Tipo III B: fractura abierta con herida
normalmente amplia, contaminada, con pérdida de tejidos blandos y despegamiento
perióstico importante.
Tipo III C (Fig 3): fractura abierta con
herida normalmente amplia y lesión vascular
que requiere cirugía reparadora.
Esta subdivisión de las fracturas tipo III
se encuentra justificada por su diferente
pronóstico e índice de complicaciones.
Gustilo (1984) entre las Fracturas tipo
III encuentra Infecciones de la herida en el
4% de las Tipo IIIA, 52% tipo IIIB y 42%
Tipo IIIC. En tanto que las tasas de amputación
fueron 0%, 16% y 42% respectivamente.
Un error común en el manejo de esta
clasificación es su uso teniendo en cuenta
fundamentalmente la longitud de la herida
cutánea.
Tiene mayor importancia la lesión de las
partes blandas subyacentes. Pueden existir
fracturas con una herida de pequeño tamaño
pero con una gran afectación de partes
blandas (p.e.: Lesiones por aplastamiento)
que deben incluirse en el tipo III. Esta clasificación
es de manejo sencillo y resulta un
buen indicador del pronóstico e índice de
complicaciones en las fracturas abiertas.
(Tabla 3).
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