Hay tres fases en el manejo de los niños
con fracturas patológicas. Lo primero es
reconocer que la fractura es patológica. Lo
segundo es diagnosticar la enfermedad de
base. La tercera fase es el tratamiento, que
debe estar, en primer lugar, dirigido a la
curación de la fractura y en segundo lugar,
a tratar la patología subyacente y las complicaciones
que la fractura pueda haber
inducido.
El reconocer que la fractura ha sido patológica, supone al clínico la pericia para detectar que la fractura no guarda proporción con el traumatismo observado. Un ejemplo es que un niño presente una fractura de cuello femoral por una caída casual cuando corría. Una fractura de este tipo requiere a esta edad un traumatismo de alta energía.
El reconocer que la fractura ha sido patológica, supone al clínico la pericia para detectar que la fractura no guarda proporción con el traumatismo observado. Un ejemplo es que un niño presente una fractura de cuello femoral por una caída casual cuando corría. Una fractura de este tipo requiere a esta edad un traumatismo de alta energía.
Cuando esto no sucede, puede ser
que el traumatismo haya sido inapropiadamente
descrito o que el hueso presente una
debilidad estructural que lo hace vulnerable
ante una fuerza biomecánica normal. Se
debe recordar que a la hora de hacer el
diagnóstico diferencial debemos tener en
cuenta la Osteogénesis Imperfecta, que frecuentemente
se confunde con Síndrome
del Niño Maltratado y lesiones no accidentales.
Ambas condiciones pueden ocurrir en
el mismo individuo, pero mientras la clásica
fractura de la Osteogénesis Imperfecta es
transversa con deformidad angular, el traumatismo no accidental provoca una fractura
espiroidea u oblicua corta. Una es el
resultado de una fuerza angulante y la otra
el resultado de una lesión rotacional.
Una
situación similar sucede en las fracturas de
estrés de la tibia en niños que hacen mucho
deporte, fácilmente confundida, especialmente
en la gammagrafía e incluso en la
biopsia si se llegara a practicar, con tumores
malignos. En la mayoría de los casos, unas
radiografías de buena calidad junto con la
gammagrafía y la TAC, establecerán el diagnóstico
permitiendo la recomendación del
tratamiento adecuado.
Con respecto al tratamiento de estas
fracturas debe aceptarse que, excepto en los
casos de tumores malignos, la gran mayoría
de las fracturas curarán con tratamiento
conservador simple, aunque la lesión local
puede por sí misma requerir tratamiento
inmediato o tardío. Hay evidencias para
sugerir que un quiste óseo esencial que
presenta una fractura se rellena antes si se
inyectan inmediatamente esteroides como
tratamiento primario, que si la inyección se
realiza de forma diferida meses después
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