La lesión medular en niños comporta
una serie de complicaciones que, inicial o
tardíamente, pueden afectar prácticamente
a todos los sistemas del organismo.
• Respiratorias: en niños, la instauración
de la insuficiencia respiratoria se produce
de forma insidiosa, y puede resultar
difícil determinar el momento crítico
en el que el paciente necesita asistencia
respiratoria. La ineficacia para expulsar
las secreciones facilita la formación de
atelectasias y de infecciones respiratorias.
La existencia de traumatismo torácico,
fracturas costales y/o hemotórax
incrementa el riesgo de complicaciones.
• Vasculares: en niños menores de 10 años
la trombosis venosa profunda y el
embolismo pulmonar son excepcionales.
En los niños mayores de 15 años se debe
realizar profilaxis con dosis bajas de
heparina de bajo peso molecular durante
tres meses.Entre 10 y 15 años deben
valorarse los factores de riesgo (trauma
abdominal, encamamiento, sepsis asociada,
etc.).
• Urológicas: hay siempre disfunción vesicourinaria
en grado variable, inicialmente con una vejiga inactiva e hipotónica
que requiere una sonda vesical permanente
para evitar la distensión de la
vejiga y controlar el balance hídrico.Tras
la fase de shock medular, estabilizada la
ingesta y la diuresis, puede comenzarse
la cateterización vesical intermitente.
Las infecciones del tracto urinario son
una complicación muy frecuente; litiasis
e hidronefrosis son complicaciones que
se producen posteriormente.
• Neurovegetativas: la lesión medular
entraña vasodilatación periférica, enlentecimiento
del retorno venoso, hipotensión
y bradicardia. Salvo que exista evidencia
de pérdida de volumen sanguíneo,
no debe realizarse aporte de líquidos
intravenosos para mantener la presión
arterial, por el peligro de producir
edema agudo de pulmón.
• Digestivas: un íleo paralítico reflejo
requiere sonda nasogástrica. Debe realizarse
profilaxis de hemorragia digestiva
aguda por estrés y por el tratamiento
con dosis altas de esteroides.
• Disreflexia autonómica: se da en lesiones
medulares altas, cervicales o torácicas
por encima del nivel sexto. El síndrome
consiste en una respuesta autonómica
exagerada a estímulos inocuos, como la
distensión vesical o intestinal, irritación
de la piel o dolor, que desencadena una
gran reacción del sistema neurovegetativo
en la médula caudal al nivel de
lesión.
Se produce cefalea pulsátil, náuseas, palidez
e hipertensión, y secundariamente a la
descarga parasimpática, bradicardia sinusal,
congestión nasal y enrojecimiento por
encima del nivel de lesión neurológica,
pudiendo llegar a producir en casos extremos
pérdida de conciencia, hemorragia
retiniana y hemorragia subaracnoidea.
Aparece al final de la fase aguda y en niños
mayores de 9 años.
El tratamiento es la supresión de la causa
que lo desencadena.
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