Parece que la resistencia mecánica del
tejido de crecimiento está disminuida en el
momento de la maduración sexual y así la
alteración endocrina puberal puede influir
en la aparición de las fracturas fisarias, quedando
ello reflejado en la distinta edad de
presentación en niños y niñas, que corresponde
al distinto momento en que aparece
su pubertad (Tabla 3). Utilizando promedios
globales se puede observar que la edad
media de aparición de las fracturas metafisarias
es de 7 años 11 meses y el de las fracturas
fisarias es de 11 años; pero dentro de
las fisarias la edad en los tipo II es de 10
años 1 mes y los demás tipos de 12 años 3
meses. Podría de ello deducirse que un
mismo traumatismo en un niño pequeño
produciría una fractura metafisaria, hacia los
10 años una fractura fisaria tipo II, es decir
con un fragmento metafisario de trazado
triangular y las fracturas tipos III y IV se
darían en niños ya mayores, entre los 11 y
13 años de edad.
En cuanto al tratamiento, la problemática
de las fracturas metafisarias suele ser
semejante a las fisarias tipo II de Salter-
Harris.
Las fracturas en la base de la falange proximal, con frecuencia presentan una
inclinación lateral. Un método práctico de
reducción es hacer presión sobre un lápiz
colocado entre este dedo y su vecino, a
modo de fulcro (Fig. 13), manteniendo la
MCF en flexión, ya que al estar los ligamentos
laterales tensos da una mayor estabilidad
a la articulación y permite hacer
una mayor fuerza para la corrección. En las
fracturas fisarias tipos III y IV, con participación
articular, debe apurarse la reducción
y pueden necesitar la fijación con una aguja
de Kirschner o con una lazada de alambre.
Sin embargo, sólo el 5,6% del total de fracturas
de la mano revisadas precisaron tratamiento
quirúrgico.
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