El esqueleto osteocondral infantil se ve
sometido a numerosas fuerzas de tensión y
de carga que causan microdeformaciones,
con una posterior respuesta remodeladora.
Si la acción de las fuerzas de tensión (resistencia
interna a la deformación), de compresión
y de cizallamiento que inciden
sobre los huesos sobrepasa la capacidad de
respuesta fisiológica del hueso o del cartílago,
se produce su insuficiencia, claudicación
o fractura.
Esto significa que las fuerzas extrínsecas
actuando sobre el hueso, y según su magnitud,
duración, dirección y velocidad pueden
producir:
1 Una respuesta normal con estímulo del
crecimiento y de la remodelación
ósea, o
2 Una respuesta patológica, representada
por una solución de continuidad o
fractura, respuestas ambas bien definidas
en las conocidas leyes de Hueter-
Volkmann.
Otros factores que influyen en la respuesta
del hueso en desarrollo frente a la
acción de fuerzas potencialmente traumatizantes
son:
1. La capacidad de absorción de la energía
actuante.
2. El módulo de elasticidad.
3. La resistencia a la fatiga.
4. La densidad ósea.
El hueso de los niños muestra un módulo
de elasticidad más bajo que el del adulto,
tiene menos resistencia a la deformación por
incurvación y menor contenido mineral,
reflejando, a su vez, una mayor capacidad de
absorción energética antes de la fractura, lo
que en definitiva se traduce en una mayor
capacidad plástica y adaptativa del esqueleto
infantil. Así, no es de extrañar que, la
típica fractura en tallo verde del niño
requiera más energía para su producción
que la fractura de similar localización en el
adulto, aunque está reconocido biomecánicamente
que el hueso laminar (adulto) es
mucho más resistente que el hueso fibroso
(infantil).
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