Los traumatismos del codo, han sido tradicionalmente
los más temidos por los cirujanos –sobre todo los más jóvenes- y no
sin razón porque son las lesiones de la
extremidad superior que más problemas
entrañan.
El primer problema es el diagnóstico:
saber si existe o no una fractura y sobre
todo definir el tipo de fractura. Esta dificultad
es mayor en niños menores de 6-8 años
por la escasa y compleja osificación de la
extremidad distal del húmero que, a esa
edad, se compone fundamentalmente de
cartílago hialino radiotransparente. En
segundo lugar aparecen las dificultades en
el tratamiento: la reducción y el mantenimiento
de los fragmentos fracturarios es,
con frecuencia, difícil y, arriesgado. El porcentaje
de complicaciones neuro-vasculares
de estas fracturas -tanto antes como durante
el tratamiento- es alto. Las fracturas y
luxaciones del codo presentan también una
incidencia no desdeñable de no-uniones y
limitaciones funcionales tras el tratamiento.
Figura 13. Fractura abierta de diáfisis humeral en un niño
de 9 años. Obsérvese, cruzando el foco de fractura, el nervio
radial (flecha) adyacente al húmero, lo que ilustra
acerca de su vulnerabilidad (a). Se practicó un desbridamiento
quirúrgico y estabilización con fijador externo (b).
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