Clínicamente el niño refiere dolor
intenso en la región inguinal acompañado
de impotencia funcional absoluta tras un
traumatismo violento.
Al examen físico el miembro inferior
adopta una posición en rotación externa y
ligera adducción.
Cuando la fractura está desplazada existe
acortamiento de la extremidad. A la palpación
se comprueba dolor en región inguinal,
la movilidad pasiva también es muy
dolorosa y se desaconseja su comprobación.
A pesar de que el diagnóstico diferencial
de estas fracturas con la epifisiolisis capitis
femoris puede ser difícil en el adolescente,
no ocurre igual en los niños de menor edad
teniendo en cuenta el comienzo súbito asociado
a grandes traumatismos y sin antecedentes
de patología endocrina.
Se debe sospechar maltrato infantil ante
cualquier fractura de cadera en un niño que
no se explique por un traumatismo severo.
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