• Tipo III. En estas fracturas, parte del
trayecto también es una separación
fisaria pura pero, en un punto determinado,
se produce una inflexión y
cruza la fisis y la epífisis hasta llegar a
la superficie articular. Están producidas
por un mecanismo de cizallamiento
intraarticular.
• Tipo IV. En este tipo, la línea de fractura
comienza en la superficie articular
y atraviesa, casi perpendicularmente,
la epífisis, la fisis y la metáfisis.
Suelen ser consecuencia de fuerzas de
avulsión o cizallamiento.
La gravedad las fracturas tipos III y IV
estriba en dos puntos: el trayecto es intraarticular
y la comunicación epifiso-metafisaria
que se produce hace posible la formación
de puentes óseos.
• Tipo V. Se trata de un traumatismo
fisario por compresión cuya existencia
es controvertida. El diagnóstico es
siempre retrospectivo por la aparición
de cierres fisarios prematuros.
Otras clasificaciones interesantes y relativamente
recientes son las de Ogden y de
Peterson.
Incidencia- Patogenia
La incidencia de las fracturas fisarias con
respecto al total de las fracturas de los niños,
se encuentra alredeor del 15% y el 30%.
Con respecto a la edad, la mayor incidencia
de fracturas fisarias se produce alrededor
de la pubertad, por tanto algo antes
en las niñas que en los niños.
En lo referente al sexo, las lesiones fisarias
son más frecuentes en niños que en
niñas, lo que podría explicarse por factores
ambientales y, sobre todo, hormonales.
En general, el miembro superior se
afecta con mucha más frecuencia que el
inferior.
Con respecto a la incidencia según la
clasificación de Salter y Harris, Mann y
Rajmaira aportan una serie de 943 fracturas
fisarias y confirman que el tipo II es el
más frecuente (483 casos) seguido de los
tipos I (210 c.), III (143 c.) y IV (102 c.),
siendo excepcional el tipo V.
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