En las fracturas tipo III el tratamiento
más difundido y seguro es la reducción
cerrada y la fijación percutánea con agujas
que se pueden colocar desde la cara lateral
(Fig. 19) o bien cruzadas (Fig. 20), con las
ventajas y desventajas mencionadas.
Siempre que usamos fijación con agujas
es aconsejable que estas queden subcutáneas
para evitar las infecciones, que son probables
si quedan percutáneas, y complementar
la fijación con yeso durante unas 4
semanas manteniendo el codo en ángulo
recto y pronosupinación neutra.
La reducción
abierta se debe emplear en los casos de
imposibilidad para conseguir la reducción
cerrada, en los raros casos de fractura abierta
y en los casos de lesión vascular persistente
tras la reducción. Como veremos, no
es infrecuente que en una fractura supracondílea
se aprecie de entrada una disminución
o ausencia de pulso radial en la muñeca,
así como otros signos sospechosos de
daño vascular a nivel de la fractura.
En estas
ocasiones, después de la exploración lo más
exhaustiva posible pre-reducción debemos
llevar al paciente al quirófano y reducir la
fractura bajo anestesia general sin esperar a
realizar angiografías preoperatoriarevisión
quirúrgica y, si es necesario, nueva fijación
de la fractura asociada a revisión vascular y
reparación si se precisara. No indicamos la
angiografía preoperatoria por tres motivos.
En primer lugar conocemos el nivel de la
lesión vascular (donde está la fractura), en
segundo con frecuencia se reinstaura una
perfusión sanguínea adecuada tras la reducción
y, en tercer lugar, la arteriografía puede
realizarse si es necesario intraoperatoriamente usando el amplificador de imágenes
que también se necesita para la reducción
de la fractura.
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